La bufona del circo amarillo
▪ El ocaso de Elisa Carrió.
Tras el desvengozado circo montado el miércoles 26 por el
oficialismo en la Cámara de Diputados de la Nación, donde no pudo reunir los
votos necesarios para expulsar a Julio De Vido, convertido por el establishment
en ícono del latrocinio, Maurice Macri insiste con su discurso de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el suyo.
La diputada Graciela Camaño, que pertenece al opoficialista Frente Renovador de Sergio Massa, recordó hace unas horas que “el oficialismo tiene casi 60 personas procesadas” y que el ingeniero que gobierna el país “es un gran evasor”, en relación con la causa que afrontó la familia de Macri y que llegó hasta la Corte Suprema, y repasó otros casos, como el del Correo.
La diputada Graciela Camaño, que pertenece al opoficialista Frente Renovador de Sergio Massa, recordó hace unas horas que “el oficialismo tiene casi 60 personas procesadas” y que el ingeniero que gobierna el país “es un gran evasor”, en relación con la causa que afrontó la familia de Macri y que llegó hasta la Corte Suprema, y repasó otros casos, como el del Correo.
No puede atribuirse a Camaño afición kirchnerista,
siguiendo la lógica que plantea la corporación periodística de que todo es K o
anti-K. La diputada massista está más cerca del Gobierno que del kirchnerismo; sin embargo, puede apelar a la honestidad y decir que muchos de los diputados de la alianza
PRO-Coalición Cívica-UCR no están en condiciones de apuntar a De Vido ni a
ningún otro exfuncionario sospechado de corrupción.
No se trata de defender a De Vido. El exministro tiene los recursos necesarios para defenderse, aun cuando la Justicia que investiga la gestión kirchnerista no es precisamente garante de imparcialidad. Pero tampoco se puede aceptar que gente tanto o más corrupta que el denunciado De Vido ose levantar el dedo acusatorio.
Hay registros audiovisuales en los que la chaqueña acusa al ingeniero que gobierna el país de corrupto y de haber amasado su fortuna gracias a los negociados con el Estado durante décadas, incluidos los años de la dictadura cívico-militar-eclesial.
“No sé cómo iba a poder explicarles a mis
hijos que empresarios ligados al robo del país pudieran ganar”, dijo Carrió en
2003 cuando el ahora presidente había perdido el balotaje porteño en manos de
Aníbal Ibarra.No se trata de defender a De Vido. El exministro tiene los recursos necesarios para defenderse, aun cuando la Justicia que investiga la gestión kirchnerista no es precisamente garante de imparcialidad. Pero tampoco se puede aceptar que gente tanto o más corrupta que el denunciado De Vido ose levantar el dedo acusatorio.
Hay registros audiovisuales en los que la chaqueña acusa al ingeniero que gobierna el país de corrupto y de haber amasado su fortuna gracias a los negociados con el Estado durante décadas, incluidos los años de la dictadura cívico-militar-eclesial.
El 8 de agosto de ese año, el diario La Nación se hizo eco de las críticas de Carrió a su ahora socio. “Creo que [Aníbal Ibarra] es el mejor candidato a jefe de Gobierno. Y más [aun] frente a un contrabandista como es Macri”.
Macri “es un límite moral infranqueable”, dijo la entonces candidata presidencial de la Coalición Cívica, en agosto de 2007. “Está claro que queremos una amplia Coalición Cívica que incluya a muchos sectores, pero que tenga una imposibilidad moral con Macri”, afirmó aquel año. Y, por si quedaba alguna duda, dijo que no había“ni una posibilidad” de negociar una alianza con el entonces jefe de Gobierno porteño electo.
Carrió debería sentir una profunda vergüenza por el rol que cumple hoy como defensora de los que antes detractaba y como vocera de la corporación mediática, que por estas horas se encargó de poner en la picota las cabezas de los diputados que votaron en contra de la expulsión de De Vido.
Es el ocaso de Carrió. Antes, no se entendía por qué el electorado chaqueño había obligado a la ahora filomacrista a exiliarse en la Capital Federal tras varias derrotas electorales en su provincia. Ahora sí se entiende. Y se aplaude.
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