Los medios nacionales no existen
▪ Lo grave del falaz centralismo de la palabra pública es que no delata solamente la ciega soberbia porteña, sino que se volvió una forma de mirar nuestra propia realidad.
Como uno de los efectos de la posverdad,
habría que apuntar a la idea generalizada que existen medios de comunicación
“nacionales”. Mentira. A lo sumo, lo que hay son empresas periodísticas
porteñas con distribución en todo el territorio nacional. Y, cuando esta
aseveración mendaz se une con prácticas de discurso único y políticas de
concentración monopólica de la comunicación y de la información, la propiedad
de los dueños del poder económico termina por definir y formatear al
inconsciente colectivo en favor de los intereses de las corporaciones.
Es cierto que no ver canales porteños es
quedarse al margen de muchas conversaciones cotidianas. Pero, es una actitud que
nos preserva de una exposición que, si la enfrentamos sin red, puede producirnos
trastornos en la información no sólo, salvo honrosas excepciones, por la
medianía estética que la caracteriza, sino también porque las falacias o
mentiras desembozadas encuentran en los canales monopólicos o sus cómplices u
obsecuentes una caja de resonancia única.
La radiofonía chaqueña está tan colonizada
por el centralismo porteño que para un resistenciano, por ejemplo, es más fácil
saber cómo está el tránsito en los puentes Pueyrredón y La Noria que enterarse
de que hay un corte en la esquina misma de su casa.
De la televisión vernácula mejor ni hablar.
Los tradicionales canales de la ciudad de Corrientes y Resistencia se han
vuelto pasivas repetidoras. ¿De qué? Sí.
De medios de CABA.
Pero, es en la gráfica donde la perversidad
de los dueños del poder y, por añadidura, autoerigidos como dueños de la
palabra y la verdad, se pavonea con una impunidad y antiperiodismo que hace
sentir vergüenza ajena por el oficio de obrero de la palabra que uno eligió.
El diario porteño La Nacion (así con el
error de tildación que consta en el mismo logo de ese medio gráfico) puede
darnos algunos ejemplos más que claros.
El viernes 14 de julio de 2017, una
adolescente fue asesinada en un hotel de Resistencia. Su ejecutor, obviamente:
un varón. La noticia fue título central de todos los medios gráficos de Chaco y
la región. Pero, en los medios mal llamados “nacionales” no fue siquiera una
llamada en tapa. Cuando todo hacía pensar que las miradas de todos los medios
estaría puesta sobre Resistencia, nada de proporciones sucedió en los medios de
esa Argentina que sigue operando como si su límite geográfico fuera la General
Paz.
Otro ejemplo. El domingo 23 de julio, hubo
elecciones legislativas para renovar la mitad del unicameral Parlamento
chaqueño. En un título a pie de página de la edición del 24 de La Nacion reza:
“Ganó el PJ en Chaco, pero perdió una banca”. Falso. El PJ chaqueño renovaba 9
escaños que mantuvo. La alianza Cambiemos puso en juego 6 bancas, que también
mantuvo.
Por si todo esto fuera poco, la bajada de
ese título afirma que “Cambiemos sumó un diputado” lo que es también lisa y
llanamente: mentira.
Lo que omite ese diario porteño es que el
lugar de Concertación Forja (cercano al PJ y que renovaba una banca) fue ganado
por el candidato Aurelio Díaz del Partido Obrero, en las antípodas ideológicas
de la coalición de derecha del radico-macrismo vernáculo. Por lo que afirmar
que Cambiemos sumó un diputado es falso de toda falsedad.
Y así andamos. “En un mismo lodo todos
manoseaos”.
Lo grave de este falaz centralismo de la
palabra pública es que no delata solamente la ciega soberbia porteña, sino que
se ha vuelto una forma de mirar nuestra propia realidad. Porque, eso que
reclamamos los chaqueños (en realidad, los resistencianos con ínfulas
provincialeras) respecto de Buenos Aires es lo mismo que hacemos los
capitalinos respecto del Chaco profundo.
Y, como las mamushkas, esta visión
distorsionada se replica hasta los confines mismos de El Impenetrable. El mejor
ejemplo lo dio una saenzpeñense (gentilicio de Sáenz Peña, “segunda” ciudad de
Chaco) al presentar a un orador de Resistencia en una charla sobre el
federalismo y los medios de comunicación masiva. “Estamos aquí, personas de Sáenz
Peña y del interior chaqueño”, afirmó. Fue casi una confesión de parte. Aquel
centralismo que la charla se proponía poner en discusión se apoderó de la
moderadora y delató ese centralismo omfálico como matriz de pensamiento que nos
hace creer que somos el centro del mundo y que todo lo demás es sólo periferia.
Todo depende del cristal con que se mire. O
no.
0 comentarios:
Publicar un comentario