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4.2.17

Tetazo


































Topless en Corrientes. | TÉLAM.

Un grupo de chaqueñas, correntinas y formoseñas hicieron topless en una playa de la capital de Corrientes.  

José Luis Brés Palacio

Fue el viernes. En Corrientes. En la playa Islas Malvinas. Más de cuarenta mujeres de Chaco, Formosa y Corrientes decidieron tomar sol libres de corpiños. Un ejercicio de libertad plena realizado con ese único fin: ejercer el derecho de estar cómodo. Cómoda, en este caso.
En la previa, había esa especie de tensión, no necesariamente incómoda, por las reacciones que se podrían llegar a presentar. Un cambio a último momento del lugar permitió esquivar la ofensiva de los “moralistas” que ya habían advertido que no se quedarían de brazos, rosarios y jinetas cruzados.
Cuando el sol de la canícula pegaba con mayor crudeza, comenzó la actividad.
“¡Qué barbaridad!”, masculló una señora de avanzada juventud. “Después quieren que las respeten”, murmuró casi gruñendo. Si un pezón es el límite del respeto, ¡qué cortito que es ese “respeto”! ¿no?
Entonces, también advertí que lo que molestaban no eran las tetas, ni siquiera los pezones. Lo que tanto molestó a esa parroquiana playera era la libertad de otra mujer. Entonces, comencé a ver la escena desde otro lugar. Seguía siendo un periodista más de los invitados a cubrir la actividad. Pero, toda mi humanidad comenzó a acusar recibo de diferentes mensajes.
Pensé: cuánta culpa cargó la moralina sobre nuestros cuerpos, cuánto pecado inocularon sobre nuestra visión del cuerpo del otro las religiones. Pero, especialmente, cuánto juicio sigue lloviendo sobre el cuerpo de la mujer que sigue siendo insultada, golpeada, quemada y asesinada por nuestra cultura a manos de machos que se creen varones.
No hubo reacciones violentas porque no había habido intención de provocación en las manifestantes. Más allá de alguna que otra frasecita más bien mascullada que gritada, no hubo incidentes de consideración.
Eso sí, lo más llamativo fue que los niños y las niñas de muy corta edad que corrían alrededor de las topleseras ni se enteraron de que en plena playa, y muy cerca de ellos, había un grupo de mujeres habían decidido liberarse de corpiños y prejuicios por un rato.
Su mirada, las de los niños, es tan libre y tan pura que ni siquiera prestaban atención a lo que sucedía a su alrededor. La palita y el balde seguían siendo en sus manos herramientas para construir el mejor de los mundos.

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