Blindados
▪ En vísperas de la Navidad, Mauri le dio el tiro de gracia a la ley de medios, votada hace más de 6 años. Lo hizo con un decretazo, que es la forma que tiene de gobernar, ignorando al Congreso. La prensa corporativa no se escandaliza ni denuncia los atropellos del presidente. El maurismo anticipa un 2016 tanto o más aciago que el epílogo de 2015.
Datapuntochaco | EDITORES
Las vísperas de la
Navidad en la Argentina se tornan aciagas. Mientras una parte minúscula de los
argentinos se hace la fiesta con el vendaval de medidas económicas del nuevo
gobierno, Mauri Macri le dio ayer el tiro de gracia a uno de los avances más
preciados de la última década, la ley de medios, votada hace más de 6 años por
una amplia mayoría en el Congreso, al que hoy el dizque republicano presidente
ignora por completo.
Por decreto –como
todo lo que hizo a dos semanas de haber asumido–, ordenó la intervención de la
Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca), un ente autárquico
cuya conducción, por ley, está integrada por representantes de distintos
sectores sociales, políticos y académicos, con mandato hasta 2017. Del mismo
modo, avanzó sobre la Autoridad Federal de Tecnologías de la Información y las
Telecomunicaciones (Aftic).
Una vez más, Mauri
demuestra que, más que gobernar, está decidido a derribar todo lo hecho por los
Kirchner en 12 años, aun cuando eso implique, como en este caso, llevarse por
delante la legislación vigente.
Protegido por el
manto de impunidad otorgado por la prensa corporativa, con Clarín y La Nación a la
cabeza, Mauri puede hacer lo que se le antoje. La desfachatez mediática cobra
mayor dimensión porque la misma prensa que le perdona todo a Mauri no le dejó
pasar una a Cristina. La expresidenta fue maltratada por los grupos mediáticos
como nunca antes se había visto con otro presidente, en gran medida por su
condición de mujer.
El martes, La Nación y Clarín y otros diarios de la corporación devenida oficialista se esforzaron
en minimizar la violenta intervención de la Gendarmería contra trabajadores de
Cresta Roja, la avícola que quebró y dejó a unos 600 empleados sin trabajo, y
en ningún momento usaron la palabra “represión”. El término más duro fue “desalojo”.
El diario español El País, cuya línea editorial denuesta a
los gobiernos progresistas latinoamericanos, tituló ayer en su edición digital
Macri decreta el fin del control kirchnerista de los medios. El periódico
madrileño comete la “torpeza” de leer así los hechos, cuando en verdad la
intervención ordenada por Mauri sí es el primer paso para el control, ya que el
designado interventor, Agustín Garzón, concentrará atribuciones que hoy competen a los siete miembros del directorio del organismo, que tiene representantes de las tres principales fuerzas parlamentarias, de académicos y de un Consejo Federal compuesto por las 24 provincias.
El encargado de
hacer el anuncio del tiro de gracia de la Ley 26511 –aprobada en Diputados por
146 votos a favor, 3 abstenciones y 3 en contra, y en el Senado, por 44 votos a
24, y declarada constitucional por la Corte– fue nada más y nada menos que Oscar Aguad, el
flamante ministro de Comunicaciones, quien justificó el atropello en que
“existe como una rebeldía” de Martín Sabbatella, el titular de la Afsca, y
Norberto Berner, de la Aftic, “para atenerse al nuevo régimen de ministerios”,
fijado la semana pasada por DNU.
El radical Aguad es
un cordobés muy recordado en Corrientes por haber hecho “desaparecer” 60
millones de pesos-dólares en su paso como interventor de la capital correntina,
en una maniobra con bonos provinciales (Cecacor). Por ello, el Milico fue acusado de administración
fraudulenta, fraude a la administración pública y abuso de autoridad, una causa
que hicieron prescribir el año pasado.
Hay algo que distingue
al maurismo por estos días: su capacidad de presentar a los que actúan conforme
a la ley como violadores de ella, y a quienes en verdad las pisotean, como
defensores de la legalidad. Es un mecanismo que por ahora le da resultado, con
la complicidad, claro está, de la prensa hegemónica.
“Intervinieron la
Afsca y el kirchnerismo se resiste a abandonarla”, titula La Nación hoy en su
portada. Describe así la decisión de Martín Sabbatella de no renunciar a su
cargo hasta que la Justicia se expida. No es difícil imaginar cómo lo hará (*).
La desesperación de
Mauri por enterrar la obra del kirchnerismo a mazazos (decretazos) es el
prefacio de un 2016 tanto o más aciago que el epílogo de este 2015. Hay que
preguntarse, entonces, como lo hace hoy Washington Uranga en Página 12, ¿qué
más hay que esperar?
(*) Cuando se terminaba
de editar esta nota, el juez federal Julián Ercolini había ordenado allanar la
sede de la Afsca, intimado a retirarse a quienes se encuentren en el edificio y
dispuesto su desalojo con la Policía Federal, en caso de ser necesario. Previsible.
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