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El Pelafustán

18.8.19

Aprendé a votar y disculpame






























▪ Decidido a recorrer sin pausa el camino de la ignominia, Macri debió salir a dar explicaciones cuando el asuelo ya estaba hecho carne en un pueblo que había decidido no votarlo sin botarlo.   

José Luis Brés Palacio | DATAPUNTOCHACO




Tras la contundente y tórrida derrota de la derecha en las PASO, sobrevino sobre la sociedad argentina toda la maldición anunciada. Tiempo atrás, el presidente de la República, Mauricio Macri, había amenazado en uno de sus espots de campaña: “Si me vuelvo loco les puedo hacer un daño muy grande a todos ustedes”. Y cumplió nomás.
A pocas horas de conocidos los resultados provisorios de las primarias, el presidente argentino desató su ira liberando a los cuervos financieros y del mercado a que desataran la ira del tandilero sobre las vidas de 44 millones de argentinos.
Con la disparada del dólar, toda la economía se desestabilizó y nos quitó el aliento. Como si lo que hizo fuera poco, salió en conferencia de prensa a responsabilizar por su propia venganza al kirchnerismo por haberse atrevido a ganarle en las urnas y, ya en el paroxismo de su desatino y estulticia, culpó a la propia ciudadanía por haberlo, palabras más palabras menos, obligado a darnos a las argentinas y los argentinos un merecido (según él, obviamente) chaschás y a mandarnos de penitencia.
Es lógico que el frente Cambiemos reaccionara con la medianía con la que afrontó el resultado de las urnas. Desnudaron la insustancialidad que hay en su esencia política y se desnudaron como la caterva que son.
Decidido a recorrer sin pausa el camino de la ignominia, nuestro primer mandatario debió salir a dar explicaciones cuando el asuelo ya estaba hecho carne en un pueblo que había decidido no votarlo sin botarlo. “Les pido disculpas”, dijo.
Mi tía Carmen siempre decía: “Hay disculpas que no se piden porque hay cosas que no se hacen”. Y tenía razón.
Porque la calamidad que nos prodigó el presidente no se repara con el pedido de disculpas ya que no fue lo que dijo sino lo que hizo lo que nos dejó en la antecámara del Averno.
Como buen niño rico y bobo, tuvo la osadía de creer que son sus palabras y no sus acciones las que están produciendo el desbarranco de nuestras vidas.
No me enseñe a votar, señor presidente.
No necesito sus disculpas.
Y si persiste en ver la realidad a través de un espejo, tenga la decencia de mostrarse, al menos, sensato.

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