La mano que mece la piedra
▪ Indignada por el “ataque” a la catedral, una furia fascista se apoderó de un grupúsculo de violentos que se convocaron en la plaza 25 de Mayo para expresar su oposición al ENM. En nombre de la fe, atacaron a mansalva y ánimo de matar a otras personas. La mejor versión aggiornada de Torquemada.
Esperando las conclusiones de un
multitudinario Encuentro Nacional de Mujeres, en Resistencia, una furia
fascista se apoderó de un grupúsculo de violentos que se convocaron en la plaza
25 de Mayo para expresar su oposición al Encuentro y terminaron atacando con
piedras y cuchillos a un grupo de artesanos y encuentreras que estaban
abordando los colectivos para volver a sus lugares de origen. Hubo incluso una
convocatoria por redes sociales para que se trajeran armas. No faltó uno que,
incluso ofreció una “picana paralizante” como aporte a una marcha para repudiar
pintadas e intervenciones en espacios públicos.
El “ataque” a la catedral resistenciana, en el centro de la polémica. Y en nombre de la fe, atacaron a mansalva y ánimo de matar a otras personas. Ésa es la mejor versión aggiornada de Torquemada. No quieren debatir ideas. Las armas son sus “razones”. El odio es su móvil. La voz única, su objetivo. El fanatismo, su marca. Y la medianía, su catadura moral.
No es posible admitir que piedras, cuchillos y picanas sean admitidos como medios de comunicación humana.
Como contrapartida, deberíamos darnos los chaqueños la posibilidad de pensar al otro (en este caso, “la otra”) como una persona diferente y diversa con la que hay ideas para discutir, consensos por construir. Las escuelas deberán encarar una tarea pedagógica impostergable: reemplazar piedras por palabras.
En medio del desconcierto, hubo una imagen que llamó mi atención como periodista pero, fundamentalmente, como docente: una piedra en manos de un adolescente. Y preguntas urticantes comenzaron a acicatearme la cabeza y el alma. ¿Qué pasó en la educación secundaria de ese pibe? ¿Cómo llega esa piedra a su mano? ¿Quién o quiénes la pusieron? ¿Quiénes envenenaron esa alma? ¿Quiénes anestesiaron su lengua? ¿Quiénes cauterizaron sus capacidades de debate y diálogo?
Reiteramos lo dicho miles de veces en esta columna: ningún pibe nace violento.
Hay en la mano de ese pibe una piedra en lugar de una palma tendida. Hay en esa piedra primitivismo, sinrazón y falta de sentido común. Hay en ese pibe odio y violencia que no le son ni naturales ni propios.
Hay mucho para pensar a partir de esa mano que mece la piedra.
El “ataque” a la catedral resistenciana, en el centro de la polémica. Y en nombre de la fe, atacaron a mansalva y ánimo de matar a otras personas. Ésa es la mejor versión aggiornada de Torquemada. No quieren debatir ideas. Las armas son sus “razones”. El odio es su móvil. La voz única, su objetivo. El fanatismo, su marca. Y la medianía, su catadura moral.
No es posible admitir que piedras, cuchillos y picanas sean admitidos como medios de comunicación humana.
Como contrapartida, deberíamos darnos los chaqueños la posibilidad de pensar al otro (en este caso, “la otra”) como una persona diferente y diversa con la que hay ideas para discutir, consensos por construir. Las escuelas deberán encarar una tarea pedagógica impostergable: reemplazar piedras por palabras.
En medio del desconcierto, hubo una imagen que llamó mi atención como periodista pero, fundamentalmente, como docente: una piedra en manos de un adolescente. Y preguntas urticantes comenzaron a acicatearme la cabeza y el alma. ¿Qué pasó en la educación secundaria de ese pibe? ¿Cómo llega esa piedra a su mano? ¿Quién o quiénes la pusieron? ¿Quiénes envenenaron esa alma? ¿Quiénes anestesiaron su lengua? ¿Quiénes cauterizaron sus capacidades de debate y diálogo?
Reiteramos lo dicho miles de veces en esta columna: ningún pibe nace violento.
Hay en la mano de ese pibe una piedra en lugar de una palma tendida. Hay en esa piedra primitivismo, sinrazón y falta de sentido común. Hay en ese pibe odio y violencia que no le son ni naturales ni propios.
Hay mucho para pensar a partir de esa mano que mece la piedra.
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