Muchos sorbos de agua
▪ Macri recibió a Estela de Carlotto, en una reunión que, dicen, el presidente miró varias veces al techo y fue amable pero frío. Sorpresivamente, el ocupante de la Rosada tuvo lugar en su agenda y recibió a organismos de derechos humanos. No es casual: el 24 de marzo, a 40 años del golpe de Estado del 76, Obama estará en la Argentina. Y en la ESMA.
Roly Villani | ANFIBIA
—¡Patricia Bullrich se tuvo que meter el
Protocolo en el orto!
A Hebe de Bonafini le gustan las metáforas
simples. Parada frente al micrófono en mitad de la plaza y rodeada por otras
Madres que aplaudían desde sus sillas, la presidenta de la Asociación Madres de
Plaza de Mayo arremetió con sus armas conocidas: sus clásicos anteojos de sol y
su pañuelo blanco, más clásico aún.
En la tarde de ayer [el jueves], frente a
unas mil personas que se congregaron para garantizar la ronda de cada jueves,
Hebe celebró la masividad de la marcha contra el ajuste realizada el miércoles
último, un día antes. Y le mandó, de paso, un mensaje a la ministra de
Seguridad, defensora del Protocolo de Actuación de las Fuerzas de Seguridad en
Manifestaciones Públicas.
—A la gente en la calle no hay protocolo
que la pare. Encontraron un pueblo movilizado y con eso no van a poder. ¿Saben
qué es lo que los tiene mal? ¡Las plazas llenas, no se las bancan! —arengó Hebe
después.
La
ronda estaba inusualmente concurrida. El jueves anterior, cuando los
colaboradores de las Madres instalaban el gacebo para que ellas descansaran a
la sombra antes y después de la ronda, unos policías intentaron impedirlo. Los
agentes dijeron tener orden de no permitir la instalación de carpas en la
Plaza. Como si no supieran que la ronda se realiza cada jueves desde hace 39
años. Como si no supieran eso que el mundo reconoce como un símbolo.
Las
Madres dieron el alerta por Twitter. En minutos, llegaron manifestantes,
legisladores y artistas. Un agente flacucho y avergonzado tuvo que poner la
cara por sus superiores cuando Hebe le gritaba que se fueran y que no aceptaba
las disculpas de quienes torturan y tiran balas de goma.
El clima ayer era muy diferente. La valla
metálica que desde 2001 divide en dos a la Plaza estaba en posición de
descanso: abierta a la altura de las veredas. Los tres policías habituales
conversaban tranquilos a un costado, bajo la sombra del plátano. Ni siquiera se
dieron vuelta a mirar cuando la camioneta con el logo de Madres se subió a la
vereda. Tampoco se dieron por aludidos cuando los muchachos se pusieron a armar
el gacebo.
—¿Está todo bien, no, compañeros? —una
señora de pelo muy blanco se acercó a confirmar lo evidente. Varias decenas de
personas ya estaban dando vueltas por la Pirámide desde las 14. Otros tantos aguantaban
el calor porteño bajo los árboles.
Fría amabilidad
La que rompió el hielo fue Estela de
Carlotto.
—Es la primera vez que nos ves —dijo,
ironizando sobre las sucesivas cancelaciones del encuentro por parte del Presidente—
¿Qué pasó?
Sentado
en la punta de la mesa, Macri miró al techo en silencio, como buscando una
respuesta que no llegó.
Pese a que no llevaba corbata sobre la
camisa celeste, el primer mandatario pareció sentirse incómodo durante toda la
reunión con los organismos de DD.HH. en la quinta de Olivos. Como si hubiera
preferido no tenerla nunca.
No fue el único silencio. Hubo muchos
sorbos de agua. Muchos planteos en los que Macri miraba al techo como única
contestación. La reunión se desarrolló, dicen los protagonistas, en una fría
amabilidad.
Desde su asunción, el gobierno de la
alianza Cambiemos generó una serie de choques con los organismos de derechos
humanos. Pero, sorpresivamente, el presidente Mauricio Macri dejó de tener
“problemas de agenda”, como venía diciendo, y el martes pasado recibió a
algunos de ellos. La visita de Barack Obama, prevista para el 23 y 24 de marzo,
parece, tiene mucho que ver en la prioridad repentina: Macri fue a la ex ESMA
la semana pasada porque Obama podría querer visitar ese sitio. La reunión del
martes también iba en ese sentido. En una entrevista con The Washington Post, el primer mandatario argentino resaltó que su
gobierno está “alineado con Estados Unidos en defensa de los derechos humanos
en la región”. Independientemente de lo que eso quiera decir, el Gobierno nacional
necesita aparecer dialogando. Aunque los actos nieguen las palabras.
Acompañado del ministro de Justicia, Germán
Garavano, y del secretario de DD.HH. y Pluralismo Cultural, Claudio Avruj,
Macri recibió a Estela de Carlotto, por Abuelas de Plaza de Mayo; a Hebe
García, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora; Ángela Paulin, de
Familiares de Detenidos por Razones Políticas; Carlos Pisoni, de HIJOS, y
Gastón Chiller, del CELS.
El documento es una detallada radiografía
de las vulneraciones a los derechos humanos cometidas en poco menos de tres
meses de gestión macrista. En él se reclama que el Gobierno sostenga su
actuación como querellante (a través de
la Secretaría de Derechos Humanos) en los juicios de lesa humanidad en curso,
independientemente de su estado procesal y que se continúe acompañando a las
víctimas y testigos a través del Centro Ulloa y del Programa de Protección del
Ministerio de Justicia, amenazados por el plan de despidos masivos en el
Estado. También se le reclamó que se respete el mandato constitucional de la procuradora
general de la Nación, Alejandra Gils Carbó. “No incorporar a la administración
pública a personas vinculadas al terrorismo de Estado o apologistas de sus
crímenes”, dice otro de los puntos del documento y, en esa línea, “no aceptar
el negacionismo de los crímenes cometidos, porque es una de las prácticas que
atenta contra la construcción del Nunca Más”. En ese punto, el texto hace clara
alusión al comentario de Darío Lopérfido. El ministro de Cultura de la Ciudad
de Buenos Aires había puesto en duda días atrás que los desaparecidos fueran
efectivamente 30.000. A partir de ese comentario, cada semana crece de manera
exponencial la lista de artistas que exigen la renuncia del ex-Sushi.
Pero
los aspectos más calientes del cuestionamiento aparecen sobre el final del documento
y de la reunión. “Manifestamos nuestra profunda preocupación por los despidos
masivos en el Estado y el sector privado, porque el Estado debe garantizar y
velar por el derecho al trabajo y no ser el promotor del desempleo ni la
estigmatización”, dice el documento. Respecto del Protocolo, se pidió
abiertamente que sea derogado porque “pone en riesgo la integridad física y la
vida de las personas que participan de manifestaciones públicas” y “limita el ejercicio de la libertad de
expresión y restringe la labor periodística”.
No
le causó mucha gracia al presidente el pedido de inmediata liberación de
Milagro Sala.
—Eso es responsabilidad de la justicia de
Jujuy —dijo—, es un poder independiente.
—Pero la detención es ilegítima —dijo
Chiller—, porque es producto de una causa penal armada desde el Ejecutivo
provincial. Se le imputan vaguedades y se le suman delitos para justificar una
pena en expectativa que habilite su detención.
En
ese punto, Mauricio Macri se levantó y se fue de la reunión. Al rato volvió.
Nadie puede asegurar qué hizo, pero algunos aseguran haber visto al asesor
Jaime Durán Barba en la habitación contigua.
El titular del Ejecutivo no la estaba
pasando bien y todavía le faltaba escuchar el reclamo contra los decretos que modifican
hasta paralizar la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y los
cuestionamientos hacia el Protocolo de Seguridad.
A pesar de todo, Avruj dijo más tarde que
la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo “dio un ejemplo claro de la riqueza
que tiene el diálogo sin enojo, aún con posiciones firmes y sostenidas”. Carlotto no fue tan optimista: en la
conferencia de prensa posterior dijo (por Macri): “Cuando llegamos tenía una cara y cuando nos fuimos tenía
otra. Eso quiere decir que del mensaje de estas señoras grandes, algo le
llegó”. De todos modos, la frase de Carlotto que más le gustó a los medios fue:
“Si Obama quiere reunirse con nosotros, por supuesto que nos vamos a reunir”.
Los organismos no quieren cortar el
diálogo, pero mostraron un gran escepticismo respecto de lo que puede y quiere
modificar el gobierno de Cambiemos en materia de vulneraciones a los DD.HH. Lo
único que se llevaron concreto es la promesa de que, pese a la conmoción por la
visita del presidente de EE.UU., el 24 de marzo podrán rememorar el golpe de
Estado en la Plaza de Mayo.
Guerra simbólica
—Queremos repudiar y nos da asco la
presencia de Obama el veinticuatro —Hebe de Bonafini proseguía con sus
metáforas en la tarde porteña. Ya nadie giraba en torno de la Pirámide de Mayo
y hasta los turistas que fueron a fotografiar la Casa Rosada se sumaban al
público que aplaudía o puteaba según la ocasión.
—Estados Unidos es el responsable de la
Operación Cóndor, de la Escuela de las Américas, de Hiroshima y Nagasaki, las
dos bombas más grandes de la historia, de países destruidos, de pueblos
asesinados. ¿A qué viene su presidente
acá? Macri seguramente le habrá prometido muchas cosas y viene a ver si las va
a cumplir.
Los asistentes aplaudían. Antes habían
cantado que hay que poner un poco más de huevo y más tarde cantarían que el
pueblo las abraza. A las Madres de la Plaza.
—Quiero hacer una denuncia que me da mucho
asco —arremetió otra vez Hebe—Me llamaron para decirme que Macri está
preparando los lugares que no fueron ocupados en la ESMA para dárselos a los
marinos, para darle lugar a la teoría de los dos demonios. Lo vamos a denunciar
en el mundo entero, a este tipo no lo vamos a dejar que haga lo que quiere.
También hubo en la tarde un momento para
recordar al expresidente Néstor Kirchner, que ayer habría cumplido 66
años. “Es un día en donde se engrandece.
Nos dieron tanto, él y Cristina, que nos olvidamos que podían venir estos. Estábamos
tan felices que no pensábamos que esto nos podía pasar. Desgraciadamente nos
pasó: entonces, hay que luchar sin parar”, dijo Boanfini.
En las sillas de plástico blanco que
rodeaban a Hebe estaban algunos de los artistas que siempre acompañan a Las
Viejas: Liliana Herrero, Teresa Parodi, Victor Heredia y Juan Falú.
Hebe le cedió el micrófono a la exministra
de Cultura Teresa Parodi, quien se refirió a la falta de pluralidad en la
información: “Hay un silencio cómplice devastador, pero la voz de las Madres
cruza ese silencio y nos llena de emoción. Sentimos orgullo de ser hijos de
estas Madres”.
A su turno, Liliana Herrero sentó posición:
—El combate que ha iniciado este gobierno
es económico, de la soberanía, de los derechos humanos, tiene muchos frentes.
Pero, sobre todo, es una guerra simbólica y en eso me recuerda enormemente a la
Libertadora —analizó Herrero con memoria. El sol porteño ya no dolía tanto—.
Cuando se quiere sacar el mayor símbolo de lo que ha sido el retorno de la
democracia en este país, nosotros tenemos que estar acá sí o sí. No tenemos
alternativa.
Sobre el final, Víctor Heredia, guitarra en
mano, interpretó el clásico Todavía cantamos. Las Madres se fueron entre
aplausos, los muchachos desarmaron el gacebo y el público se retiró de a poco,
cantando las mil y una variaciones populares con la música de la canción de Heredia.
Por esas horas, Macri se tomaba un avión
para ir a Roma a entrevistarse con el papa.
Antes, sobre el mediodía, había llevado a
su par francés, François Hollande, a conocer la cancha de Boca.
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