Engañapichanga
▪ Es la palabra justa para definir el gobierno del presi Mau. El diccionario define el término como el engaño a personas ingenuas. Suba del mínimo no imponible que no es tal, marcha atrás en la paritaria docente, inflación descontrolada, tarifazos y charlatanería y golpes de efecto mediáticos en un poco más de 60 días.
Datapuntochaco | EDITORES
Engañapichanga. Esa es la palabra precisa
para definir este tramo inaugural del gobierno maurista. El Diccionario de
americanismos dice del término: ‘cosa que engaña o defrauda con su apariencia’,
‘cosa menos valiosa o importante de lo que parece, ‘cosa que engaña a personas
ingenuas’, ‘vendedor callejero que se dedica a estafar a la gente valiéndose de
su charlatanería’. Todas esas acepciones valen como síntesis de los 70 días de
la derecha argentina en el poder.
La palabra la usó Luis Bruschtein en una columna en Página 12. El último gran anuncio engañapichanga del
presi Mau fue la modificación del impuesto a las ganancias. Pese
a que la oposición político-mediática criticó con dureza los anuncios por
cadena nacional de la expresidenta Cristina Fernández, lo de Mauri el jueves en la Casa Rosada fue una puesta en escena sin igual.
Es un engañapichanga porque no es cierto
que el mínimo no imponible sea ahora de 30.000 pesos brutos. Además, no se
modificarán las escalas al menos durante este año, con lo que, con la próxima
paritaria, una parte de los que queden exentos serán alcanzados nuevamente por el gravamen, a los
que se sumarían aquellos que habían quedado eximidos por los cambios en 2015.
“El Estado no tiene que quedarse con el
fruto de tu trabajo. En mi gobierno, los trabajadores no van a pagar impuesto a
las ganancias”, fue la promesa de campaña de Mauri. En sus primeros discursos
ya como presidente, dijo que para modificar el impuesto había que esperar hasta
la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso. Ahora, el presi Mau aseguró que para
modificar las escalas, un reclamo de gran parte de los que pagan Ganancias, hace falta un “largo debate”.
Salarios con techo
El mínimo no imponible no sube a 30.000 pesos,
sino a 18.880 pesos, explica Raúl Dellatore en Página 12. Solo sumándole las deducciones por cargas de familia de
esposa y dos hijos a cargo, se llega a 25.000 pesos de ingresos no gravados,
que se corresponden a un sueldo bruto de 30.000 pesos. Los trabajadores que
pagaban y dejarían de pagar el impuesto serían 180.000, pero habría una
cantidad no precisada de trabajadores –pero significativa– que no pagaban y
pasarán a pagar el impuesto ahora (con retribuciones brutas menores de 15.000
pesos mensuales en 2013, pero mayores a 22.500 pesos este año, sin cargas de
familia).
Todo es un engañapichanga, el engaño de un
gobierno que se vale de la charlatanería y los golpes de efecto mediáticos para
embaucar. Ocurrió con la paritaria docente. El presi Mau anuló el acuerdo de un
40 por ciento de aumento salarial que habían cerrado los sindicatos docentes
con el ministro de Educación, Esteban Bullrich. El techo es del 25%, aunque
digan que no les quieren poner techo a las negociaciones salariales.
Los sindicatos que negociaron con Bullrich
estuvieron a un paso de firmar el acuerdo que llevaba el sueldo inicial de un
docente a 8.500 en julio, pero la presión de los gobernadores, entre ellos la
bonaerense María Eugenia Vidal, obligó al presi Mau a dar marcha atrás. Ahora,
los sindicatos advierten que el inicio de clases, el 29 de febrero, no está
asegurado.
Otros engañapichangas son las supuestas
muestras de tolerancia del Gobierno, presentadas como la contracara del
kirchnerismo. No hay nada de tolerante en impulsar un protocolo para reprimir
las protestas ciudadanas. La multipartidaria Pato Bullrich fue clara: “Les
vamos a dar cinco minutos; se van o los sacamos”. No es difícil imaginar cómo
los sacarán.
No hay nada de tolerante en el caso de
Milagro Sala, detenida por (de comprobarse) delitos menos graves que el presidente del
Banco Central, Federico Sturzenegger, procesado por el megacanje.
No hay nada de tolerante en los despidos masivos
por motivos ideológicos perpetrados en el Estado. “No somos ñoquis. Es una
cuestión de presupuesto. Somos, por decirlo de algún modo, víctimas de un
ajuste que está barriendo al personal del Estado. Ser víctima es muchísimo
mejor que ser ñoqui, esto desde luego. Las víctimas tienen dos puntos a favor:
son siempre inocentes y tienen voz propia”, dice Ariadna Castellarnau en Listas negras, en Anfibia.
Los vagos que trabajan
Bruschtein recuerda que el Gobierno difunde
unos cortos en la televisión pública sobre la idea del diálogo y la tolerancia.
Es cierto que quienes más apelan a esas palabras son los que menos actúan en
consonancia. “Como ustedes son intolerantes, tienen que hablar de la
tolerancia. Como ustedes representan a las grandes empresas, tienen que hablar
contra la pobreza. Como ustedes quieren controlar a la Justicia, tienen que
resaltar la independencia de poderes”, dice.
Sucede lo mismo con los que en Facebook
mandan a trabajar a los que se manifiestan en las calles, estigmatizándolos
como vagos y haraganes. Quienes realmente trabajan no tienen tiempo para
escribir abominaciones en Facebook ni en ninguna otra red social, salvo que lo
hagan en el trabajo, con lo que hace pensar que tienen trabajo pero no trabajan.
¿Quién entonces es más haragán y vago?
El otro engañapichanga es el freno a la inflación.
Ahora los precios suben más que en tiempos del kirchnerismo y ni siquiera hay
datos oficiales. El Indec es una bolsa de gatos que ya provocó el
desplazamiento de la mártir de las estadísticas en los tiempos K Graciela Bevacqua
y la internación de su director, Jorge Todesca.
Ajuste y represión
“Un programa económico traumático sin
crisis de por medio es esencialmente intolerante, refleja la intolerancia de la
ideología que lo sustenta. A pesar de que traten de justificar las medidas en
una situación de crisis dramática que no existía, las medidas responden a una
visión ideológica. En el peor de los casos, la economía que recibió el gobierno
macrista presentaba áreas para reformular, las cifras macro planteaban un
escenario problemático pero no dramático. Por el contrario, las medidas que se
tomaron fueron drásticas y todas recaen sobre los sectores de menos recursos”,
analiza Bruschtein.
“La devaluación, la inflación, los despidos
masivos, el retiro de los subsidios, la quita de las retenciones, el techo a
las paritarias no afectan a los grandes empresarios, sino a los trabajadores.
Por el contrario, los que se favorecen por esas medidas son los grandes
empresarios. Los actos de brutalidad represiva que se vieron en apenas dos
meses de gobierno con los trabajadores de Cresta Roja o con los chicos
murgueros del Bajo Flores o la arbitrariedad vengativa del gobernador jujeño
Gerardo Morales contra Milagro Sala son apenas una consecuencia de la
intolerancia básica que sustenta la política económica”, prosigue.
La síntesis es: la devaluación se fue a los
precios, la quita de retenciones se fue a los precios, el tarifazo eléctrico se
irá a los precios; aumentan los precios, pero el Gobierno les pone techo a los
salarios. No resulta nada difícil advertir quiénes terminarán pagando los
engañapichangas mauristas. Muchos de ellos terminarán “sacados” por la Pato
Bullrich.
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