Un animal en la Casa Rosada, ¿o billetes de peluche?
José Luis Brés Palacio
La llegada del PRO a la Presidencia es el triunfo de la banalización de la política por sobre la política misma. Balcarce sentado sobre el Sillón de Rivadavia y los billetes de peluche son suficientes como botones de muestra.
Pero, los globos, la idiota Revolución de la Alegría, Balcarce, el burdo reemplazo de figuras de la historia por animales y peluches y toda la artillería de cotillón del PRO junto con la despolitización de la política representan lo que presentan: la ideología del oxímoron, es decir, el PRO. Porque es en la contradicción de la política en donde esta rara derecha vernácula construye su propia política.
Es que presentar una ideología como desideologizada les ha redituado a Mauricio Macri y sus secuaces más de un beneficio. En realidad, tanto Balcarce como Mauricio sentados en la Casa Rosada encienden en unos pueril aceptación y en otros, una encendida furia. Habrá, seguramente, a quien le dé lo mismo que esté uno y otro sobre el sillón más importante de la política argentina. Y eso prueba que la política es lo que mueve a un partido político (redundancia adrede) como el PRO, pero que se presenta como apolítico (o al margen de ello) y que es digerido por una parte de nuestra sociedad con la misma naturalidad con la que ingieren leche deslactosada, lo que retroalimenta esa contradicción de la política sin política o la ideología sin ideología.
Habrá entonces que calar más hondo en esta variante de la política: la del mercadeo (o merchandaisin, como se prefiera). No es fatua ni neutra. Existe y ganó una elección y, lo peor: gobierna. Y está demostrando que no gobierna para todas y todos, sino contra el 49%. Aunque los elementos de esa ideología nos sepan a café descafeinado, porque es en eso donde radica el éxito de su política.
Es un error mortal creer que el partido gobernante no tenga un proyecto. Hundido en la incoherencia existe un claro proyecto político: el del “aparente” no-proyecto. O desvelamos esta encrucijada o el que quedará sepultado en las contradicciones ajenas será el campo popular argentino, con los daños colaterales que puede llegar a causar en la Patria Grande.
¿Y cuál es ese proyecto político si no puede ser la despolitización de la política? Por empezar, borrar de la faz de la tierra a todo lo que huela a kirchnerismo. Como una aggiornización de la Revolución Fusiladora del 55, el proyecto es, primero, el aniquilamiento del proyecto anterior. No faltará quien, ante el agobio que produce este tsunami neoliberal sobre una conciencia solidaria, grite en algún callejón de nuestro país: “Viva Cristina, carajo”. Y la alegoría estará completa. Porque, si es cierto que al pasado no se vuelve por lógica fáctica, las historias se repiten por imperio de la política. Aunque vengan desde la apolítica. O la antipolítica.
Debajo de esa desfachatada y payasesca estética de la Revolución de la Alegría, no están ni el perro Balcarce, ni los peluches, ni el mismo Macri, sino la esclavización de la Patria a los pies de los dueños del dinero, el reendeudamiento innecesario para nuestra economía, el ajuste a costa de los trabajadores y clases más desfavorecidas, la persecución ideológica como mecanismo de “limpieza étnica” de la política, la concentración de la riqueza como mecanismo de acumulación de poder, la desalfabetización política del pueblo como proceso de construcción de legitimidad, el reemplazo de los lazos de solidaridad por los de la competencia del ¿libre? mercado, el anestesiamiento del Parlamento, la anulación de facto de las leyes y la Constitución Nacional y el ejercicio despótico del poder, deslegitimando lo que el PRO consiguió legalmente en las urnas. Y todo detrás del telón de un circo inocuo.
Lo peor de todo es que, en el camino, se nos olvide el otro. Ese otro que es la Patria. Ese otro que está en las redes sociales, pero también en nuestros lugares de trabajo, en nuestro barrio, en nuestro pueblo. Y que nos está esperando.
Pista extra (o bonus track)
(Fragmento de la película Los miserables, del musical inspirado en la novela de Victor Hugo. Adjuntamos una propuesta de traducción):
¿Oyes al pueblo cantar?
¿Oyes al pueblo cantar
Cantos de furia popular?
¡Es la canción de los pueblos
que no serán esclavos nunca más!
Cuando los latidos de tu corazón,
ecos de los latidos del tambor,
Hay una vida por comenzar
cuando llega el mañana.
Combeferre:
¿Te unirás a nuestra cruzada?
¿Quién de los fuertes se para aquí?
Más allá de las barricadas,
¿hay un mundo que aún no ves?
Courfeyrac:
¡Entonces, únete a la lucha
que te dará el derecho a ser libre!
Todos:
¿Oyes al pueblo cantar
la canción del furor popular?
¡Es la canción de los pueblos
que no serán esclavos nunca más!
Cuando los latidos de tu corazón,
ecos de los latidos del tambor,
Hay una vida por comenzar
cuando llega el mañana.
Feuilly:
¿Darás todo lo que puedes dar
para que nuestra bandera pueda avanzar?
Alguien caerá y alguien vivirá
¿Tomarás tu oportunidad?
¡La sangre de los mártires
regará los prados de Francia!
El autor es referente en Chaco del Partido Nuevo Encuentro.
Pero, los globos, la idiota Revolución de la Alegría, Balcarce, el burdo reemplazo de figuras de la historia por animales y peluches y toda la artillería de cotillón del PRO junto con la despolitización de la política representan lo que presentan: la ideología del oxímoron, es decir, el PRO. Porque es en la contradicción de la política en donde esta rara derecha vernácula construye su propia política.
Es que presentar una ideología como desideologizada les ha redituado a Mauricio Macri y sus secuaces más de un beneficio. En realidad, tanto Balcarce como Mauricio sentados en la Casa Rosada encienden en unos pueril aceptación y en otros, una encendida furia. Habrá, seguramente, a quien le dé lo mismo que esté uno y otro sobre el sillón más importante de la política argentina. Y eso prueba que la política es lo que mueve a un partido político (redundancia adrede) como el PRO, pero que se presenta como apolítico (o al margen de ello) y que es digerido por una parte de nuestra sociedad con la misma naturalidad con la que ingieren leche deslactosada, lo que retroalimenta esa contradicción de la política sin política o la ideología sin ideología.
Habrá entonces que calar más hondo en esta variante de la política: la del mercadeo (o merchandaisin, como se prefiera). No es fatua ni neutra. Existe y ganó una elección y, lo peor: gobierna. Y está demostrando que no gobierna para todas y todos, sino contra el 49%. Aunque los elementos de esa ideología nos sepan a café descafeinado, porque es en eso donde radica el éxito de su política.
Es un error mortal creer que el partido gobernante no tenga un proyecto. Hundido en la incoherencia existe un claro proyecto político: el del “aparente” no-proyecto. O desvelamos esta encrucijada o el que quedará sepultado en las contradicciones ajenas será el campo popular argentino, con los daños colaterales que puede llegar a causar en la Patria Grande.
¿Y cuál es ese proyecto político si no puede ser la despolitización de la política? Por empezar, borrar de la faz de la tierra a todo lo que huela a kirchnerismo. Como una aggiornización de la Revolución Fusiladora del 55, el proyecto es, primero, el aniquilamiento del proyecto anterior. No faltará quien, ante el agobio que produce este tsunami neoliberal sobre una conciencia solidaria, grite en algún callejón de nuestro país: “Viva Cristina, carajo”. Y la alegoría estará completa. Porque, si es cierto que al pasado no se vuelve por lógica fáctica, las historias se repiten por imperio de la política. Aunque vengan desde la apolítica. O la antipolítica.
Debajo de esa desfachatada y payasesca estética de la Revolución de la Alegría, no están ni el perro Balcarce, ni los peluches, ni el mismo Macri, sino la esclavización de la Patria a los pies de los dueños del dinero, el reendeudamiento innecesario para nuestra economía, el ajuste a costa de los trabajadores y clases más desfavorecidas, la persecución ideológica como mecanismo de “limpieza étnica” de la política, la concentración de la riqueza como mecanismo de acumulación de poder, la desalfabetización política del pueblo como proceso de construcción de legitimidad, el reemplazo de los lazos de solidaridad por los de la competencia del ¿libre? mercado, el anestesiamiento del Parlamento, la anulación de facto de las leyes y la Constitución Nacional y el ejercicio despótico del poder, deslegitimando lo que el PRO consiguió legalmente en las urnas. Y todo detrás del telón de un circo inocuo.
Lo peor de todo es que, en el camino, se nos olvide el otro. Ese otro que es la Patria. Ese otro que está en las redes sociales, pero también en nuestros lugares de trabajo, en nuestro barrio, en nuestro pueblo. Y que nos está esperando.
Pista extra (o bonus track)
(Fragmento de la película Los miserables, del musical inspirado en la novela de Victor Hugo. Adjuntamos una propuesta de traducción):
¿Oyes al pueblo cantar?
¿Oyes al pueblo cantar
Cantos de furia popular?
¡Es la canción de los pueblos
que no serán esclavos nunca más!
Cuando los latidos de tu corazón,
ecos de los latidos del tambor,
Hay una vida por comenzar
cuando llega el mañana.
Combeferre:
¿Te unirás a nuestra cruzada?
¿Quién de los fuertes se para aquí?
Más allá de las barricadas,
¿hay un mundo que aún no ves?
Courfeyrac:
¡Entonces, únete a la lucha
que te dará el derecho a ser libre!
Todos:
¿Oyes al pueblo cantar
la canción del furor popular?
¡Es la canción de los pueblos
que no serán esclavos nunca más!
Cuando los latidos de tu corazón,
ecos de los latidos del tambor,
Hay una vida por comenzar
cuando llega el mañana.
Feuilly:
¿Darás todo lo que puedes dar
para que nuestra bandera pueda avanzar?
Alguien caerá y alguien vivirá
¿Tomarás tu oportunidad?
¡La sangre de los mártires
regará los prados de Francia!
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