Vecinos vs. ladrones
Un cartel en un barrio de la ciudad de Santa Fe. | La Capital.
▪ Provoca escozor que una mayoría termine justificando los linchamientos, con el argumento de que “es la única forma de hacer justicia”. La prensa interesada en promover el miedo divide las aguas entre buenos, los que linchan, y malos, los linchados. Lo hacen como si no existieran aquellos que roban sin necesidad de salir a arrebatar carteras o celulares: los evasores, los explotadores que no pagan cargas sociales. Los medios y cierta dirigencia política ganan en este río revuelto. Las víctimas son siempre las mismas.
Data.Chaco
Editorial
Causa escozor cómo una gran mayoría de quienes
conviven a nuestro alrededor, en la familia, el trabajo, el grupo de amigos y de
conocidos, opina que los linchamientos no pueden ser admitidos, pero al final
terminan justificándolos.
Ocurren porque la gente (que supuestamente no
delinque) está cansada de los que delinquen. Ocurren porque el “Estado está
ausente”, afiliándose a los dichos del candidato presidencial del establishment Sergio Massa. Ocurren
porque ni la policía ni la Justicia hacen algo. Ocurren porque, en definitiva,
los que delinquen tienen “más derechos” que los que (supuestamente) no
delinquen.
En definitiva, esos comentarios actúan como
avales más o menos solapados de lo que son salvajes actos cometidos por
personas supuestamente distintas de los que delinquen, pero dispuestas a matar como
muchos de los que delinquen.
El caso que parece haber desencadenado la
locura es del joven rosarino David Moreira, a quien más de 50 personas le
propinaron puñetazos, puntapiés, le pasaron
por encima con una moto y dejaron tirado en la calle durante una hora,
hasta que fue trasladado hasta el hospital, donde días después murió.
Ocurrió el 22 de marzo, cuando Moreira y otro
joven, que logró escapar, le habían arrebatado la cartera a una mujer que
llevaba a un chico en brazos, en el barrio Azcuénaga, de Rosario.
Hasta con Charles Lynch –de donde proviene lynching, linchamiento– se comete una
injusticia al compararlo con estos vengadores, porque, como dice Julio Maier, “al
menos él era un revolucionario, patriota de la independencia estadounidense que
reaccionó contra los tories, leales a
la Corona inglesa, por razones propias de la guerra de la independencia de ese
país, contexto que no lo justifica pero que explica sus acciones”.
Una encuesta publicada hoy en el diario Página 12 revela que un 42 por ciento de
los entrevistados consideró que “son reacciones exacerbadas”, el 31 las
calificó de “brutales y condenables” y el 29 por ciento opinó que “es la única
forma de hacer justicia”.
Respecto de los motivos que producen estos
hechos de violencia, el 70 por ciento de las personas señaló que es “porque la
gente está cansada de que le roben”.
La prensa porteña que encuentra en la
inseguridad una forma efectiva de atemorizar y desalentar, apuntando siempre a
una clase media lumpen, definió los linchamientos como “palizas” o “golpizas”
de “vecinos” a “ladrones”, en un intento por distinguir la palabra “vecino” de
la de “ladrón”, como si ambos términos fueran excluyentes.
Sabemos que no lo son. Hay “vecinos” que no
necesitan arrebatar carteras ni celulares, pero roban igual valiéndose de otros
ardides y mecanismos más o menos sofisticados para hacerse de mucho más que bolsos
y teléfonos.
Estos vecinos no necesitan salir a la calle
para delinquir. Lo hacen desde sus escritorios, a través de la PC o el
teléfono, ordenando a sus contadores, gerentes y otros empleados jerárquicos la
consumación del delito.
Como dice Mario Wainfeld en Página 12, “hay
personas que delinquen a diario sin que se las encuadre como causantes de la
inseguridad. Pensemos en quienes cometen violencia de género o intrafamiliar. O
en los abusadores sexuales. Ejercen su poder o explotan su posición de modo
perverso. Dañan mucho, pueden tener una fachada respetable: ‘la gente’ no tiene
motivos para abrazar con fuerza la cartera cuando los ve por la calle. Otro
tanto podría decirse de los evasores, de los explotadores que no pagan cargas
sociales. Son personas de bien, no desentonan si se acodan en un bar vip”.
Sin embargo, a ningún vecino linchador se le
ocurriría linchar a estos ladrones legitimados por el sistema, que cuentan con
la protección de la Justicia, de los organismos estatales, de las entidades
gremiales y sociales, y que tienen el dinero suficiente para cubrir sus
tropelías.
Dividir a la sociedad en buenos (vecinos) y malos (ladrones) es un camino peligroso marcado por gran parte de la dirigencia política y los medios de comunicación. A ellos no les importan los altos costos de esa línea divisoria, porque, en definitiva, es río revuelto y no son las víctimas directas de la violencia que ella puede generar. Las víctimas verdaderas son los que están dispuestos a linchar y, claro está, los linchados. Los mismos de siempre.
Dividir a la sociedad en buenos (vecinos) y malos (ladrones) es un camino peligroso marcado por gran parte de la dirigencia política y los medios de comunicación. A ellos no les importan los altos costos de esa línea divisoria, porque, en definitiva, es río revuelto y no son las víctimas directas de la violencia que ella puede generar. Las víctimas verdaderas son los que están dispuestos a linchar y, claro está, los linchados. Los mismos de siempre.
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