La Iglesia volvió a imponer su cruz en Corrientes
El diseño ganador del concurso para la bandera. | MCC.
▪ En un episodio que puede calificarse cuando menos de bochornoso, las autoridades municipales de la capital correntina resolvieron cambiar el resultado del concurso para la bandera de la ciudad. Fue tras el fuerte lobby desplegado por el arzobispo local y otros grupos conservadores, que no aceptaron la determinación del jurado, que había elegido un diseño en el que no está incluida la Cruz de los Milagros.
Data.Chaco
Editorial
La Iglesia católica correntina volvió a hacer valer su
poder y logró que las autoridades de la capital provincial aceptaran incorporar
la llamada Cruz de los Milagros en la bandera de la ciudad, pese a que el
diseño ganador del concurso organizado para ese fin no la contempla. Muy
sensible a la opinión, en este caso, del arzobispo Andrés Stanovnik, el
intendente de la capital, el dizque kirchnerista Fabián Ríos, y el Concejo Deliberante
cedieron ante el fuerte lobby de la
Iglesia y, desconociendo el resultado del certamen, decidieron reformar el
modelo ganador e incorporar la cruz con la que el catolicismo disfraza de
“milagro” una matanza de indios en los tiempos de la fundación de la ciudad.
Como se sabe, la cruz de los milagros forma parte de la
liturgia católica de Corrientes. Es venerada el 3 de mayo, cuando decenas de
miles de correntinos se suman a una procesión por las calles de la capital. Se
recuerda ese día el “milagro” por el que los “infieles” que habrían intentado
quemar la cruz levantada en el poblado fundado por Juan Torres de Vera y
Aragón, el 3 de abril de 1588, fueron alcanzados por “un rayo”.
“Para evitar sorpresas, construyeron los pobladores un
reducto de palizada como a media legua al S.O., cerca de la barranca del
Paraná... Atacada esta por unos indios, se defendió valerosamente y los
rechazó. Sobre este suceso creó la tradición la historia del milagro de la
cruz, que en realidad sólo fue de arcabuces”, dice Florencio Mantilla, en Crónica histórica de la provincia de
Corrientes, dejando en claro que los indios murieron más bien por el fuego español
antes que por el rayo del castigo divino.
Algunos sectores progresistas de la provincia representados
en organizaciones políticas, sindicales, de defensa de los derechos humanos,
culturales y artísticas cuestionaron con dureza la decisión de la Municipalidad,
con dos argumentos sólidos: por un lado, entienden que los símbolos del Estado no
deberían incluir íconos religiosos, y, por otro, consideran que la llamada “cruz
de los milagros” no es otra cosa que el emblema del exterminio aborigen en
estas tierras.
La Municipalidad decidió desoír esos argumentos. El
propio autor del diseño ganador del concurso, Manuel Echeverría Ponce, tuvo que
salir hace unos días a justificar lo injustificable: dijo que él habría
presentado dos modelos, uno con la cruz y otro sin ella, y que el jurado, entre
cuyos integrantes estuvo el padre Julián Zini, eligió la que no tenía la cruz.
El trabajo fue presentado públicamente el pasado 3 de abril, en la celebración de los 426 años de la ciudad. La bandera tiene tres
franjas verticales con los colores del pabellón nacional; las celestes están cruzadas
por dos bandas rojas que representan el federalismo; hay un sol en el centro,
que simboliza al Tupá de la religión guaraní, y siete lanzas, que son las siete
puntas de la geografía costera. Ahora, la cruz estará dentro del sol.
Ríos dijo no querer entrar en una “discusión ideológica” al
justificar por qué cedió ante el pedido de Stanovnik, quien sí se permitió
hacerlo. Durante la última celebración de la Semana Santa, el arzobispo reivindicó
a la cruz como símbolo fundacional de Corrientes –significa la armonía entre
“la valiosa herencia guaranítica y los beneficios
de la cultura hispánica”, dijo–, y, en un mensaje de alto impacto político, le
advirtió a Ríos que “no se es más inclusivo” quitando cruces.
No se sabe con rigurosidad histórica cuándo ocurrió el “milagro
de la cruz”. Antonio Castello, en Historia
de Corrientes, estima que ocurrió como parte de las “guerras” entre
españoles y los aborígenes, ya que estos últimos “no cejaron en su empeño de
desalojar al conquistador que cada vez los oprimía más con las odiadas
encomiendas”.
Manuel Figuerero, en Lecciones
de historiografía de Corrientes, relata que “el día miércoles 6 de abril de
la misma semana de la fundación, salió de la ciudad un destacamento de 36
soldados de infantería en misión de exploración de los alrededores”. Se cree
que ese día los indios atacaron la cruz de urunday, vista por ellos como un
elemento de poder.
Otras fuentes indican que el cruento suceso fue el 9 de
abril de 1588, que es relatado por Juan Francisco de Aguirre: “Atacaron los
indios y sucedió la maravilla de que contra ellos mismos retrocedían sus
flechas. Repararon que la cruz era la que las retrocedía y quisieron reducirla
a cenizas, pero lo intentaron vanamente porque siempre salía ilesa del fuego”.
¿Por qué entonces el día de la cruz es el 3 de mayo?
Según documentos del Cabildo, en los primeros tiempos, la celebración se daba en
las vísperas del Domingo de Ramos; luego se la hizo coincidir con el 3 de abril,
el día de la fundación de la ciudad. Pero el 23 de julio de 1805, el obispo de
Buenos Aires Lué y Riega dictó un auto en el que dispuso el traslado al 3 de
mayo, día de la Invención de la Cruz, que recuerda el supuesto hallazgo por
parte de la madre del emperador Constantino, entre 325-327, del madero en que
fue crucificado Jesús. Así, la matanza de los indios quedó despegada del
“sentido espiritual que debe anidarse en el alma” en las celebraciones de la
Semana Santa.
El auto tuvo vigencia por lo menos por una década, hasta
que el gobernador intendente de la Provincia José de Silva “decretó que la fiesta de la Cruz
del Milagro fuese vuelta a la víspera y antevíspera del Domingo de Ramos, ‘en
memoria y reverencia del (milagro) que obró aquel día, el año de la población
de la ciudad’”. El último cambio fue realizado en el gobierno de Pedro Ferré,
quien restituyó el 3 de mayo, ratificado en 1849, cuando se organizó el
calendario de festividades religiosas de la provincia.
El llamado Mes de Corrientes, que va del 3 de abril al 3
de mayo, está consagrado a recordar la espada y la cruz como símbolos de la
“civilización” que llegó a estas tierras hace 426 años, y la justicia divina
que recae sobre la “barbarie”.
El poema elaborado por el dominico Sambrana en 1730,
cantado en ocasión del traslado de la ermita en la cual se encontraban los restos
de la cruz al actual solar es revelador del espíritu de la celebración. Dice:
Desde entonces se
quedó
la tierra
pacificada
La nueva ciudad
fundada
y todo a vos se
debió
Sois ¡Oh Cruz! Su
principal
caudillo y
conquistador
Por la Santa Cruz
Señor
Líbranos del mal.
La cruz es, en definitiva, fundadora de la mismísima
“correntinidad”, esa palabra con la que los herederos de la conquista –es
decir, las familias de la oligarquía terrateniente y ganadera de la provincia–
sostienen un andamiaje político y jurídico que les permite seguir sojuzgando,
con la complicidad de la Iglesia, a gran parte de la población correntina, tal
como lo hicieron con los indios, desde 1588.
La cruz de los milagros es el ethos correntino. Por eso, ella domina el escudo de la ciudad, donde
se erige entre el fuego y las siete puntas, con el río y dos palmeras como
marco geográfico. Y por eso también figura en el escudo de la Provincia, aun
cuando esté junto con el gorro frigio, emblema de la lucha de la burguesía
contra el sistema monárquico eclesial, durante la Revolución francesa.
A 426 años de la fundación de la ciudad, la Municipalidad tuvo la oportunidad de empezar a rescribir la historia de la capital provincial y alentar a un debate serio sobre la verdadera significación de los acontecimientos por ahora tan cuidadosamente soslayados que marcaron los orígenes de la llamada Ciudad de Vera. Sin embargo, prefirió esquivar la discusión y dejar que los sectores más reaccionarios de la sociedad correntina vuelvan a marcar el rumbo, como si no fuera ya suficiente la ignominia que sembraron a lo largo de cuatro siglos.
A 426 años de la fundación de la ciudad, la Municipalidad tuvo la oportunidad de empezar a rescribir la historia de la capital provincial y alentar a un debate serio sobre la verdadera significación de los acontecimientos por ahora tan cuidadosamente soslayados que marcaron los orígenes de la llamada Ciudad de Vera. Sin embargo, prefirió esquivar la discusión y dejar que los sectores más reaccionarios de la sociedad correntina vuelvan a marcar el rumbo, como si no fuera ya suficiente la ignominia que sembraron a lo largo de cuatro siglos.
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