Periodismo: del afán por la primicia a la comodidad del copiaypega
Collage de títulos de portales de Chaco y Corrientes.
▪ La manipulación y la tergiversación de los hechos con propósitos político-partidarios y sectoriales son moneda corriente en la prensa. Sin embargo, el problema más grave es la endeblez profesional, principalmente, la ética. La avalada técnica de copiar y pegar está (de)formando una camada de redactores sin motivación para la búsqueda de la noticia. Una nueva reflexión por el Día del Periodista.
Data.Chaco
Editorial
“Mentirosos compulsivos” se llama un capítulo del libro La explosión del periodismo, de Ignacio
Ramonet, exdirector de Le MondeDiplomatique, en el que incluye el relato de varios casos famosos de todo
el mundo donde la intervención de los medios y los periodistas para falsear la
verdad de los hechos se transformó en un argumento fundamental para la acción
política y militar de los centros de poder.
Son ejemplo de ello las denuncias sobre las “armas
químicas”, la “bomba atómica” y, en general, “las armas de destrucción masiva”
adjudicadas a Irak –información luego desmentida por los propios invasores
norteamericanos– y que justificaron la guerra de aniquilamiento perpetrada a
partir de marzo de 2003. Lo recuerda Washington Uranga en una nota publicada en Página 12, acerca del Día del
Periodista, que se celebra en la Argentina el 7 de junio.
Si bien las falsedades periodísticas entre nosotros están
muy lejos de tener los alcances de la tragedia iraquí, los métodos no son muy
diferentes, advierte Uranga. El ejemplo más reciente es el de la carta del papa
Francisco a la presidenta Cristina Fernández, donde, “al margen de la endeblez
de la fuente y de los errores cometidos desde el Vaticano, quedó en evidencia
la manipulación de los hechos, la tergiversación de la verdad y la utilización
política por parte de grupos empresarios, medios y periodistas”.
Si la mirada se fija en la región (Corrientes y Chaco), bien
puede concluirse en que el periodismo local no está exento de pecados. Sin los
efectos catastróficos mencionados en “Mentirosos compulsivos”, la manipulación
y la tergiversación de los hechos con propósitos político-partidarios y
sectoriales son moneda corriente en la prensa regional. Sin embargo, el
problema más grave es la endeblez profesional de los periodistas –principalmente,
la ética–, que se encastra casi en forma perfecta con la venalidad y la voracidad
de rapiña de los dueños de medios.
Resulta repulsivo ver todos los días en los sitios de
noticias la reproducción sin filtro alguno de informaciones oficiales
–repulsivas también por el alto grado de analfabetismo en el uso del lenguaje–,
la degradación a mamarracho de cientos de portales creados con el único fin de vivir
de la pauta publicitaria del Estado y la abominable apelación al morbo como
mecanismo de captación de audiencias.
Según las prácticas profesionales avaladas en los medios,
el ejercicio del periodismo consiste en dos o tres tareas básicas: la de copiar
y pegar es la principal. Así hay una nueva camada de redactores, que, pese a
salir con un título bajo el brazo de la Universidad, no sabe hacer más que
presionar las teclas Ctrl +C y Ctrl+V. Esa automaticidad de la práctica profesional está (de)formando una generación de periodistas desinteresados por la información y sin
la motivación para la búsqueda de la noticia. Son, en definitiva, autómatas.
Hasta no hace mucho, había en las redacciones de los
diarios una competencia entre periodistas por quedarse con el “premio” de la
jornada: ser el autor de la nota del título central de la portada. Ahora la
pugna bien podría ser por la cantidad de copy-paste
de la edición.
La misma volanta, el mismo título..., en dos portales distintos.
Es cierto que el gremio de trabajadores de prensa es uno
de los peor pagos. Es cierto también que en Corrientes y Chaco las empresas
periodísticas reclutan personal poco calificado para pagar bajísimos salarios y
mantenerlo en negro, sin obra social ni aportes jubilatorios. Es cierto que las
condiciones de las redacciones son, en la gran mayoría de los casos, precarias.
Es cierto que la inestabilidad laboral es una amenaza que desalienta.
Aunque condicionante, nada de ello es determinante de la
baja calidad profesional. No se trata de una discusión sobre si, como dice
Uranga, los periodistas son los guardianes de la democracia, si existe la
prensa “independiente” o si es válido llamarse periodista “militante”. La
discusión es quizá más básica: ¿estamos haciendo periodismo?
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