¿El fin del diario fundado por Sartre?
La portada de Libé del 8 de febrero.
▪ Libération, el periódico de izquierda nacido bajo el influjo del Mayo francés, agoniza. Sus dueños proponen convertirlo en una red social y su edificio, en un centro cultural con restaurante. Los 290 empleados resisten el proyecto bajo la consigna “Somos un diario”. La prensa en manos del capital privado asociado a los grupos financieros y la crisis de la edición de papel.
Data.Chaco
Informe
Libération a représenté à travers toutes les années de son existence un exemple de presse libre et courageuse. Il serait très triste de la voir changer en quelque chose d’autre. Paris est plein de restaurants excellents mais les beaux quotidiens sont très rares. Pourrait-on libérer Libé ? Je le souhaite. | Umberto Eco.
“Somos un diario”. Con ese título central en la tapa de la edición week-end del sábado 8 y domingo 9 de febrero, los 290 empleados del diario francés Libération anunciaron su intención de combatir un proyecto de los accionistas de convertir al periódico en una red social y al edificio, en un espacio cultural con restaurante.
“Somos un diario. No un
restaurante, no una red social, no un espacio cultural, no un estudio de TV, no
un bar, no una incubadora de star-up”, proclama la portada del diario de
izquierda parisino, fundado en 1973 por el filósofo Jean-Paul Sarte y los periodistas
Benny Lévy y Serge July, convertido en símbolo de la renovación de la prensa
europea.
Uno de los accionistas del
diario desde 2012, Bruno Ledoux –un millonario viajero y coleccionista de
objetos de la Revolución francesa y de la epopeya imperial, según cuenta el madrileño El País–, comunicó al
personal que la intención de los dueños de Libé,
como lo llaman los franceses –tan afectos a acortar las palabras–, es convertirlo
“en una red social con contenidos pagos y un espacio cultural”.
La idea es montar en la
sede del diario, situada en la calle Béranger, de París, “un lugar de encuentro
para jóvenes” con un restaurante y un bar diseñados por el arquitecto estrella
Philippe Starck, y trasladar a los periodistas a otro edificio. El 13 de
febrero, Nicolas Demorand, director de Libération
desde 2011, anunció su renuncia. La Redacción ya estaba movilizada por la dura
situación y la crisis. En 2013, Libération
perdió más de un millón de euros y sus ventas cayeron casi en un 15%: 97.299
ejemplares diarios, frente a los casi 174.310 de 2002.
Pero no solo los
trabajadores de Libération se oponen
a convertirse. El 13 de febrero, el diario publicó un texto firmado por cineastas
y artistas franceses de renombre, como la actriz Juliette Binoche, el fotógrafo
Bruce LaBruce y el director de cine Gaspar Noé, a los que se sumó un grupo de
intelectuales. “No queremos ni un restaurante, ni un espacio cultural, o un
bar, o una incubadora de star-up, queremos nuestro periódico cada mañana”,
escribieron.
A diferencia de lo que
ocurrió aquí con el diario Crítica de la Argentina, fundado por Jorge
Lanata en 2008 y que cerró en 2010, los trabajadores de Libé pueden expresar sus opiniones sobre la crisis en el mismo
diario. Para ello crearon el dossier “Somos un diario”.
En el caso de Crítica de la Argentina –en el que
Lanata denunció por lavado de dinero al grupo para el que ahora trabaja, Clarín–,
los trabajadores solamente alcanzaron a realizar una edición especial llamada Crítica de los Trabajadores en junio de
ese año, casi dos meses después de que el diario dejó de salir a la calle.
En Libé, en la edición week-end
del 15 y 16 de febrero, a doble página, Libé
propone una pregunta a sus lectores: ¿Qué Libé
quiere usted? Las críticas no se hicieron esperar: Libé se volvió “demasiado burgués”, “lejos de las luchas sociales”,
con “demasiada cantidad de despachos” de la agencia AFP (Agence France Presse) y
“falta de investigación”.
La situación actual del
diario parisino está cada vez más lejos de parecerse a la de sus
comienzos. Libération tomó el nombre del
periódico clandestino vinculado a la Resistencia francesa durante la Segunda
Guerra Mundial, que fue dirigido por Emmanuel d’Astier de la Vigerie, y nació
bajo el impulso del Mayo francés.
Sin jerarquías en la
Redacción, todos los empleados, incluidos los de los talleres de impresión, tenían
el mismo salario y no había publicidad en sus páginas. Hasta 1981, el periódico estaba en un 100% en manos de sus empleados. Pero, con el tiempo, la participación accionaria de los trabajadores, a través de la SCPL (Société civile des personnels de Libération), se fue reduciendo, hasta llegar en los 90 a 33,8%.
Libération fue
comprado en 2005 por el empresario Edouard de Rothschild, amigo y vecino del
expresidente conservador Nicolas Sarkozy y nada afín a una línea editorial de
izquierda del diario.
La caída de las ventas y
los graves problemas financieros le abrieron las puertas a Rothschild. En abril
de 2005, se convirtió en accionista mayoritario con el 38,87% (en la actualidad,
el 26,6%, igual que Ledoux). La SCPL redujo su participación al 18,4%. Pero desde
2007, con la creación del holding Refondation, que comanda Rothschild, los
trabajadores empezaron a ser excluidos. Actualmente manejan una “migaja”:
0,67%.
El nuevo hombre fuerte de Libé tomó una primera medida: le pidió
la renuncia a Serge July, uno de sus fundadores y director desde 1980, bajo la
amenaza de dejar de invertir en el diario. El 30 de junio de 2006, Libération anunció en su tapa la
despedida de July: Salut Serge, tituló.
“El director de orquesta
que fui les dice adiós. El periodista que soy está infinitamente triste de no
poder escribir más aquí. El lector que seguiré siendo les dice a todos adiós”,
se despidió July.
Libé es
víctima de aquello que July describió en su carta de despedida como “el
maelstrom de la revolución digital, que es más intenso, más violento, más
rápido de lo que fueron todas las revoluciones industriales”.
Casi ocho años después, Libé está en terapia intensiva. Según
cuenta Luisa Corradini, en La Nación,
el diario pudo sobrevivir en enero y febrero gracias al anticipo financiero que
otorga el Estado francés en concepto de ayudas a la prensa. Y podría recibir un
millón de euros suplementario, lo que le permitirá continuar funcionando unas pocas
semanas más.
Los accionistas también
consiguieron a comienzos de febrero que el Tribunal de Comercio aceptara
reestructurar su deuda de 6 millones de euros hasta 2017, pero a condición de
que presenten un plan de reducción de 4 millones.
¿Qué pasará entonces con Libé? Quizá pocos podrían responder a
esa pregunta. Lo cierto es que el caso del diario francés es una muestra
evidente de cómo la irrupción del capital privado asociado a los grupos
financieros no hizo más que propiciar la agonía de las ediciones de papel, ya
en crisis con el auge de la Internet.
El País y el
francés Le Monde, hoy bajo la tutela
del poderoso Grupo Prisa, también pasaron –y pasan– por momentos críticos. A
fines de 2012, el diario español despidió a más de un centenar de trabajadores,
entre corresponsales, jefes de sección, redactores y administrativos.
Por ahora solo queda
desear que en la calle Béranger no se esté preparando la tapa con el título Salut, Libé.
0 comentarios:
Publicar un comentario