De la prometida revolución de la alegría a la salvaje implantación de la tristeza
▪ Todo lo que hizo la ceocracia de Maurice Macri y sus convidados de piedra radicales desde 2015 no fue otra cosa que beneficiar a la corporación económico-financiera del país y perjudicar a los sectores populares, llevando a situaciones de vulnerabilidad extrema a los niños y los jubilados.
De los votantes de
Maurice Macri en 2015, una gran porción apostó al Ingeniero Indolente porque
realmente vio en él una esperanza de cambio. Otra porción más reducida lo hizo
a ciegas, movida por el odio que se encargaron de infundir en la sociedad al
menos desde 2008 los sectores políticos antikirchneristas, la corporación
mediática y el Poder Perjudicial, liderados por Clarín.
Entre los primeros, hay una vasta proporción de decepcionados y que asumen hoy haberse equivocado. Razones tienen: la prometida “revolución de la alegría” devino en la instauración de una pesadilla que amenaza con volverse más angustiante y cruel ya en el tercer año de gobierno de Maurice Macri, cuya legitimidad en parte se sostiene gracias al peronismo sátrapa de Pichetto, Urtubey y Peppo, por nombrar a algunos de sus execrables referentes.
Nadie puede desconocer el desgaste de 12 años de kirchnerismo, con etapas bien diferenciadas (la de Néstor, 2003-2007 y la de Cristina, hasta 2015) ni el perfil anodino del candidato oficialista de entonces, Daniel Scioli. Sin embargo, nada de eso justifica ni explica el triunfo de la alianza PRO-UCR, que, como se sabía de antemano, llegó al poder para derrumbar lo poco que se había subsanado en materia de estructuración social en el país después de 2001 y lo mucho en que se había avanzado en materia de adquisición de derechos, en particular durante los dos gobiernos de Cristina.
Al kirchnerismo le faltó ir por más, sin duda. De otro modo no se explica por qué hoy gobiernan quienes gobiernan. El “vamos por todo” de Cristina en un acto en Rosario el 27 de febrero de 2012, en el inicio de su segundo mandato, no se cumplió y eso, más la pésima elección del candidato para sucederla y el “periodismo de guerra” de Clarín y sus medios satélites, dejaron el camino allanado para la irrupción de Cambiemos.
Todo lo que hizo la ceocracia de Maurice Macri y sus convidados de piedra radicales desde 2015 no fue otra cosa que beneficiar a la corporación económico-financiera del país y perjudicar a los sectores populares, llevando a situaciones de vulnerabilidad extrema a los niños y los jubilados, más allá de que Caroline Stanley, la ministra de Desarrollo Social y Salud, se esfuerce por señalar lo contrario.
El mamarracho radical
La última escandalosa medida de querer hacerles pagar a los usuarios del gas los perjuicios que la devaluación les causó a las distribuidoras es un ejemplo claro de para quiénes gobierna Cambiemos. Pese a que los diarios titularon que el Gobierno “dio marcha atrás” con la medida, eso no es cierto: el Estado compensará a las empresas. O sea, ahora todos y no solo los usuarios del servicio, una medida festejada absurdamente por el radical Ángel Rozas, cuyo partido en Chaco debe responder por la situación de Aída Ayala, la diputada nacional acusada de lavado y enriquecimiento ilícito.
Un análisis que no se puede dejar de leer sobre Rozas es el escrito por Eduardo Ledesma en el diario correntino El Litoral. “Lo vemos [a Rozas] hacer política de la menor estatura con la crisis y el consecuente ajuste al que recurrió el gobierno de Mauricio Macri, que, vaya ironía, el mismo Rozas integra como socio. (Pobre Macri, además de pánico debe tener espasmos seguido. Tener de socios a Rozas, Aída Ayala o a su comprovinciana ilustre Elisa Carrió debe ser bastante pesado. Le cambian la agenda, le salpican algunos asuntos reñidos con la ley, le marcan la cancha, le digitan funcionarios y también le dibujan límites en su autoridad. Lo raro es que nadie se escandaliza. Cualquier Dady Brieva que se extralimite como Carrió recibe el mote de destituyente. Ella, en cambio, sigue siendo la fiscal moral de la Nación. Cosas que pasan).”, dice Ledesma.
Entre los primeros, hay una vasta proporción de decepcionados y que asumen hoy haberse equivocado. Razones tienen: la prometida “revolución de la alegría” devino en la instauración de una pesadilla que amenaza con volverse más angustiante y cruel ya en el tercer año de gobierno de Maurice Macri, cuya legitimidad en parte se sostiene gracias al peronismo sátrapa de Pichetto, Urtubey y Peppo, por nombrar a algunos de sus execrables referentes.
Nadie puede desconocer el desgaste de 12 años de kirchnerismo, con etapas bien diferenciadas (la de Néstor, 2003-2007 y la de Cristina, hasta 2015) ni el perfil anodino del candidato oficialista de entonces, Daniel Scioli. Sin embargo, nada de eso justifica ni explica el triunfo de la alianza PRO-UCR, que, como se sabía de antemano, llegó al poder para derrumbar lo poco que se había subsanado en materia de estructuración social en el país después de 2001 y lo mucho en que se había avanzado en materia de adquisición de derechos, en particular durante los dos gobiernos de Cristina.
Al kirchnerismo le faltó ir por más, sin duda. De otro modo no se explica por qué hoy gobiernan quienes gobiernan. El “vamos por todo” de Cristina en un acto en Rosario el 27 de febrero de 2012, en el inicio de su segundo mandato, no se cumplió y eso, más la pésima elección del candidato para sucederla y el “periodismo de guerra” de Clarín y sus medios satélites, dejaron el camino allanado para la irrupción de Cambiemos.
Todo lo que hizo la ceocracia de Maurice Macri y sus convidados de piedra radicales desde 2015 no fue otra cosa que beneficiar a la corporación económico-financiera del país y perjudicar a los sectores populares, llevando a situaciones de vulnerabilidad extrema a los niños y los jubilados, más allá de que Caroline Stanley, la ministra de Desarrollo Social y Salud, se esfuerce por señalar lo contrario.
El mamarracho radical
La última escandalosa medida de querer hacerles pagar a los usuarios del gas los perjuicios que la devaluación les causó a las distribuidoras es un ejemplo claro de para quiénes gobierna Cambiemos. Pese a que los diarios titularon que el Gobierno “dio marcha atrás” con la medida, eso no es cierto: el Estado compensará a las empresas. O sea, ahora todos y no solo los usuarios del servicio, una medida festejada absurdamente por el radical Ángel Rozas, cuyo partido en Chaco debe responder por la situación de Aída Ayala, la diputada nacional acusada de lavado y enriquecimiento ilícito.
Un análisis que no se puede dejar de leer sobre Rozas es el escrito por Eduardo Ledesma en el diario correntino El Litoral. “Lo vemos [a Rozas] hacer política de la menor estatura con la crisis y el consecuente ajuste al que recurrió el gobierno de Mauricio Macri, que, vaya ironía, el mismo Rozas integra como socio. (Pobre Macri, además de pánico debe tener espasmos seguido. Tener de socios a Rozas, Aída Ayala o a su comprovinciana ilustre Elisa Carrió debe ser bastante pesado. Le cambian la agenda, le salpican algunos asuntos reñidos con la ley, le marcan la cancha, le digitan funcionarios y también le dibujan límites en su autoridad. Lo raro es que nadie se escandaliza. Cualquier Dady Brieva que se extralimite como Carrió recibe el mote de destituyente. Ella, en cambio, sigue siendo la fiscal moral de la Nación. Cosas que pasan).”, dice Ledesma.
Para tener una
dimensión de la estafa perpetrada por el gobierno de Macri respecto de la
tarifa del gas, Alfredo Zaiat dio cuenta en Página 12 de cuánto ganaron en 2017
las empresas del complejo gasífero presentado en la Bolsa de Comercio. Seis
distribuidoras (son nueve las que integran la red nacional) que cotizan en la
Bolsa, lo que permite conocer los números de los respectivos ejercicios
económicos, registraron utilidades totales por 4.379,4 millones de pesos.
Las dos
transportistas (TGS y TGN) ganaron en conjunto 3.635 millones de pesos. De las
seis productoras dominantes en el mercado, cuatro (YPF, PAE, Tecpetrol y Pampa)
sumaron un resultado neto de 21.462 millones de pesos (las otras dos, Total
Austral y Wintershall no cotizan en la plaza bursátil local).
La inflación de septiembre fue de 6,5% más que en agosto, la cifra más alta
desde abril de 2002, y el acumulado interanual es del 40%. La exorbitante escalada,
que golpea sin piedad a los sectores asalariados, hace recordar la bravuconada
del Ingeniero Indolente en plena campaña electoral de 2015, cuando respondió en
Bahía Blanca por la indomable inflación: “Nooo. ¡Qué va a ser difícil! La
inflación es la demostración de tu incapacidad para gobernar”. Está todo dicho.
Se estima que así 2018
terminará con una suba del IPC del 45%, superior a la de 2016. De ese año no
hay cifras del Indec, ya que el organismo estadístico empezó a medir la
inflación nacional en ese diciembre, pero el de la Ciudad de Buenos Aires midió
41%.
Con un dólar 40 pesos, tasas de interés astronómicas, los precios sin freno y los salarios sin posibilidad de recuperar el poder adquisitivo perdido con la última devaluación, todo indica que el fin de año en la Argentina no será tranquilo.
Las cinco bombas del estallido
El economista Julián Zicari advierte que “se hace cada vez más evidente que el gobierno de Macri camina por la cornisa. La situación económica viene en picada, los niveles de rechazo en las encuestas aumentan todos los meses y la sensación de fracaso económico se ha vuelto prácticamente total en la población”, escribe en El Cohete a la Luna.
“En este escenario de precariedad económica, social y política, existen cinco bombas que terminarían de hacer explotar la frágil situación del Gobierno”, dice Zicari. Ellas son: la dependencia del programa del FMI; el Presupuesto 2019, que contiene salvajes recortes para cumplir con el déficit cero; la situación social, con más desempleo, pobreza y hambre; el desarme financiero malogrado, con Lebac, Letes, Lecap y Leliq, que implican apagar el fuego con nafta; y la incertidumbre electoral.
Con un dólar 40 pesos, tasas de interés astronómicas, los precios sin freno y los salarios sin posibilidad de recuperar el poder adquisitivo perdido con la última devaluación, todo indica que el fin de año en la Argentina no será tranquilo.
Las cinco bombas del estallido
El economista Julián Zicari advierte que “se hace cada vez más evidente que el gobierno de Macri camina por la cornisa. La situación económica viene en picada, los niveles de rechazo en las encuestas aumentan todos los meses y la sensación de fracaso económico se ha vuelto prácticamente total en la población”, escribe en El Cohete a la Luna.
“En este escenario de precariedad económica, social y política, existen cinco bombas que terminarían de hacer explotar la frágil situación del Gobierno”, dice Zicari. Ellas son: la dependencia del programa del FMI; el Presupuesto 2019, que contiene salvajes recortes para cumplir con el déficit cero; la situación social, con más desempleo, pobreza y hambre; el desarme financiero malogrado, con Lebac, Letes, Lecap y Leliq, que implican apagar el fuego con nafta; y la incertidumbre electoral.
“Así, en 2019 puede
ocurrir algo similar a lo que pasó en 1989: el terror de los mercados a que el
peronismo pueda volver al gobierno desatará una presión sobre el dólar
imparable. No habrá entonces apretón monetario, tasa de interés o ayuda del
Fondo que pueda calmar dicho pánico. Todavía más cuando ya muchos descuentan
que el default o una reestructuración de deuda serán inevitables, puesto que el
país no está en condiciones de seguir pagando su deuda sin la ayuda del FMI. En
una palabra, en 2019 hay riesgo de un salto cambiario astronómico que haga
estallar finalmente la economía. Nadie puede negarlo, sino que incluso se
presenta como una certeza incuestionable para los analistas”, advierte Zicari.
Una de esas bombas va a estallar. Quizá algunas, o tal vez todas. La pregunta es entonces, siguiendo a Zicari, cuál de ellas estallará primero. No hay revolución de la alegría. Hay bombas de tristeza.
Una de esas bombas va a estallar. Quizá algunas, o tal vez todas. La pregunta es entonces, siguiendo a Zicari, cuál de ellas estallará primero. No hay revolución de la alegría. Hay bombas de tristeza.
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