“¿No les da vergüenza?”
Buenos Aires, 14 de diciembre de 2017. | MAFIA
▪ La cronista cuenta cómo fueron las horas de la represión alrededor del Congreso este jueves, cuando se iba a tratar la reforma previsional. “Cuando estén viejos y recagados de hambre, se van a acordar del día que cuidaron a los que bajaron las jubilaciones”, les dice un señor cincuentón a los gendarmes apostados detrás de las vallas.
“Ya les va a tocar el robo de hoy cuando se
jubilen”, les grita un peatón a los efectivos de la Prefectura que cierran el
paso sobre Combate de los Pozos y Alsina. “Nosotros nos retiramos, no nos
jubilamos”, le revira uno. Y se ríe junto con sus compañeros.
El prefecto, identificado con su chaleco
naranja, rompe así la regla que rige en cada corte de calle alrededor del
Congreso, porque son muchos los ciudadanos que eligen desahogarse frente a las
vallas policiales y sólo encuentran silencio como respuesta en medio de la
violenta jornada en la que el Gobierno esperaba la aprobación de su reforma
jubilatoria.
En el cierre sobre Rivadavia y Junín,
hombres y mujeres que llegan solos, sin encolumnarse con ninguna organización,
se asoman por el enrejado de los bloques de acero y les piden a los gendarmes
que se pongan del lado del pueblo. “Cuando estén viejos y recagados de hambre
se van a acordar del día que cuidaron a los que bajaron las jubilaciones”, les
dice un señor rubio y cincuentón. “Ponete del lado de los viejos”, “¿no tenés
abuelos?”, “Bienvenidos al 2001”, les gritan otros. Un joven se acerca e
intenta mostrarse conciliador. “¿A quién le vas a pegar al rato, a una persona
que protesta, que se queja? En democracia nos quejamos y protestamos. ¿Si no es
ahora, cuándo?”. Los gendarmes permanecen impasibles.
La gente se turna para retarlos. Pero
ellos, protegidos por sus cascos, chalecos antibalas y escudos, ni siquiera les
sostienen la mirada. Están del otro lado, siempre están del otro lado, aunque
no haya barrera física de por medio. “Ustedes también son pobres. ¿Por qué no
ayudan al pueblo?”, les grita una señora de cabello cenizo que se aferra con
sus dedos a la reja. Es jubilada, dice, y la plata ya no le alcanza, menos si
se aplica la nueva fórmula que quiere imponer el Gobierno. Llora, se disculpa
por sus lágrimas y se aleja.
“Van a perder plata, no poder adquisitivo”
“Van a perder plata, no poder adquisitivo”
Detrás de las vallas entrelazadas, los
gendarmes esperan con disciplinada paciencia la orden de reprimir. Todavía
falta un rato. En el cierre de Riobamba y Bartolomé Mitre, en vez de reclamar a
los gritos, como hace la mayoría, un manifestante hace una pintada con grandes
letras blancas: “Maldito sea el soldado que vuelva las armas contra su pueblo.
Simón Bolívar”.
Pese a los reclamos, en las calles traseras
del Congreso no hay multitudes, apenas puñados de personas que se acercan a
insultar o a monologar frente a los gendarmes. En una pared, alguien escribe:
“No al robo a los jubilados. Fuera Macri”. Y en las vallas de Entre Ríos y
Alsina, pegan fotocopias con el rostro de Norma Plá, la activista icónica por
los derechos de los jubilados en los años 90.
La tensión está concentrada frente al
Congreso. Las columnas más numerosas se citan en la avenida 9 de Julio y luego
entran por Avenida de Mayo. Desde temprano, los manifestantes se amontonan bajo
un sol torturante en las vallas de Rivadavia y Callao. Algunos tiran botellas
vacías hacia el inmenso corral formado por las fuerzas de Seguridad, carros
hidrantes incluidos.
En cada corte, hay una pregunta insistente
para los gendarmes: “¿No les da vergüenza?”.
La reforma previsional encendió la mecha
del conflicto social decembrino que en Argentina ya es casi una tradición.
Según las cuentas del Gobierno, los cambios implican un aumento del 5.0 por
ciento sobre la inflación en las jubilaciones del próximo año. Según la
oposición y diversos economistas, la verdad es que se recortan las jubilaciones
y programas como la asignación universal por hijo. Es un “ahorro” de 100.000
millones de pesos, necesario para bajar el déficit fiscal, una de las
obsesiones del presidente Mauricio Macri.
El exitoso acuerdo del Gobierno con los
gobernadores para que apoyaran la reforma contrastó con los fallidos de los
voceros oficialistas. Del “los jubilados van a perder plata, no poder
adquisitivo”, del diputado Pablo Tonelli, al “quédense tranquilos, yo lo voy a
explicar en su momento”, de la diputada Elisa Carrió. En el Senado, la reforma
pasó fácil gracias, entre otros, al respaldo de Miguel Ángel Pichetto. “Nos
toca la ingrata tarea de votar esta ley”, se justificó el senador peronista.
En el camino de la reforma hacia la Cámara
de Diputados, el escenario se complicó. La oposición sumó fuerzas para
denunciar que el ajuste siempre afecta a los más débiles, en este caso a los
jubilados y a los beneficiarios de programas sociales, lo que el Gobierno
niega. En medio de esa puja, los ánimos se fueron caldeando. Estallaron,
primero, el martes pasado en la sesión de la Comisión de Previsión Social de la
Cámara de Diputados que aprobó el dictamen, después de insultos, empujones,
gritos, golpes y forcejeos que hubo con parte del público, diputados y hasta el
ministro de Economía, Nicolás Dujovne. El miércoles, de manera inesperada, la
Gendarmería reprimió la marcha convocada por organizaciones sociales y agredió
a diputados de oposición que salieron a defender a los manifestantes. La
diputada Victoria Donda tuvo que ir ayer en muletas al recinto.
En ese clima de creciente tensión, se citó
de apuro una sesión para el jueves en la que el Gobierno creía que podía sacar
adelante su reforma. Se equivocó.
Sobre la avenida 9 de Julio hay policías de
la Ciudad. En la Avenida de Mayo, camiones de la Policía Federal. Detrás de las
vallas que rodean al Congreso, los contingentes de Gendarmería. En los puntos
de acceso, efectivos de Prefectura. En alguna calle aledaña, un camión del
Ejército (el Ministerio de Defensa explicará más tarde, en un comunicado, que
era para trasladar a Policías de Seguridad Aeroportuaria que custodiaban la
cumbre de la OMC).
El operativo impresiona. Si la ley es tan
buena, como dice el Gobierno, ¿por qué hacen falta tantas fuerzas de seguridad?
“Carrió, no les robes a los jubilados”
Los carteles sobre Avenida de Mayo tienen
una destinataria concreta: “Carrió, en las fiestas no les robes a los
jubilados”. Firma, la Unión Cívica Radical-Agrupación Radicales de Alem. Otros
radicales pegan un póster que advierte: “No es de cristianos robarles a los
jubilados”, también con la foto de la diputada de Cambiemos. “Reducir
jubilaciones, asignaciones universales, salarios y fuentes de trabajo es
robarle los derechos humanos a los que menos tienen”, reza un letrero justo al
lado del mensaje breve y directo que pusieron
Las columnas de La Bancaria, la Asociación
de Trabajadores del Estado, Metalúrgicos, el Movimiento Socialista de los
Trabajadores y docentes universitarios avanzan en multitud. También se suman
“los sueltos”, como una maestra que avisa en su pancarta: “No dan las cuentas.
Sus cálculos para 2018: 100.000 millones menos a los jubilados pero sostienen
que los jubilados ganarán. ¡Vuelvan a primer grado! Dejen de mentir”. O mujeres
y hombres sesentones que muestran a las cámaras cartulinas escritas a mano:
“Basta de estafar a los jubilados”, “No al recorte previsional”, “Macri nos
miente a los jubilados y “Yo rechazo esta ley oligarca de reforma laboral y
previsional contra la trabajadores y el pueblo”. El Frente de Izquierda reparte
volantes en los que explica: “La vida de los jubilados vale más que sus
ganancias” y “criminales los que sacan el pan de la boca de los jubilados”.
Los contingentes se van apretujando en la
Plaza. Empujan, gritan o cantan: “Hoy salimos a la calle / para que todos se
enteren / que el gobierno de los ricos / les roba a los jubilados / hoy salimos
a luchar”.
Ya pasan de las dos de la tarde.
Adentro del recinto, el oficialismo todavía
no tiene quórum para comenzar la sesión. Afuera, empiezan las corridas.
Resguardados en sus improvisadas
trincheras, los gendarmes lanzan chorros de agua y gas lacrimógeno y disparan
balas de goma de manera indiscriminada sobre la multitud. Avanzan sobre la
Plaza. A cambio, algunos manifestantes alcanzan a tirar piedras o palos. Otros
queman contenedores de basura en los alrededores. Cada tanto suena un
estallido.
“Cuéntenlo: el Gobierno militarizó las calles”
“Cuéntenlo: el Gobierno militarizó las calles”
En medio del caos, algunos corremos por
Rodríguez Peña con la boca tapada con camisas, algún pañuelo. A media cuadra,
un portero nos abre la puerta de un edificio a una docena de personas para
resguardarnos. Como tengo mi credencial de periodista colgada al pecho, una
señora con los ojos enrojecidos por los gases me pregunta para quién trabajo.
Le explico que soy corresponsal extranjera y se echa a llorar. “Por favor,
cuente en otros países lo que está pasando, el Gobierno militarizó las calles y
reprimió a los jubilados como yo, sólo venía a manifestarme”, pide. En
diferentes puntos alrededor del Congreso, por lo menos una decena de
periodistas son heridos con balas de goma. La diputada Mayra Mendoza se
identifica, rodeada por un puñado de gendarmes. De nada le sirve. La gasean
directo en la cara.
Después
de unos minutos, salimos del edificio. La Plaza del Congreso ya empieza a ser
abandonada por los contingentes pero quedan muchos sueltos. Sobre Rivadavia y
Paraná, de pronto, se escuchan aplausos. Algunos saltan, otros cantan. La
noticia de que la sesión se cayó, que no habrá debate por la reforma
previsional, se dispersa con la misma rapidez que los gases. Un grupo de ATE
sale por Montevideo a pura sonrisa. “Ganamos los trabajadores, nos querían
joder y no pudieron”, presume un sindicalista. Quieren planear un paro
nacional.
Los festejos duran poco porque hay que
seguir corriendo. Aparecen las motos con dos efectivos a bordo. Salen a cazar a
manifestantes, mientras los gendarmes avanzan en bloques por Avenida de Mayo,
Uruguay, Paraguay, Talcahuano, Rivadavia, Sáenz Peña, San José o Bartolomé
Mitre.
La represión sigue hasta la noche en este
jueves violento en el que las fuerzas de seguridad se adueñaron de las calles
de Buenos Aires.* Cronista, máster en Información Internacional
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