La persecución
La ofensiva contra el juez Daniel Rafecas y
otros jueces y fiscales independientes fue iniciada hace un año y medio por el
actual diputado nacional Waldo Wolff cuando todavía ejercía su cargo de
vicepresidente de la DAIA.
La campaña de desprestigio empezó en enero
de 2015 cuando el consejo directivo de la DAIA cuestionó al actual juez de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Raúl Zaffaroni, por “banalizar la
Shoá (Holocausto cuyas víctimas fueron eslavos, judíos, gitanos, testigos de
Jehovah, gays y diversos grupos de discapacitados).
La crítica al exjuez de la Corte Suprema se
sustentó en la analogía del “genocidio por goteo” que sufrían los sectores
populares en América Latina, como producto del hambre y la exclusión generados
por el neoliberalismo.
El segundo capítulo de la ofensiva
consistió días después, cuando se conoció la muerte del fiscal Natalio Alberto
Nisman, y el propio Waldo Wolff comunicara ampulosamente su hipótesis de que el
fiscal había sido asesinado, evidenciando como prueba fáctica –e indudable– una
fotografía que el propio fiscal de la causa AMIA le enviara, horas antes de
aparecer muerto en el baño, difundida desde su domicilio en el barrio porteño
de Puerto Madero. A partir de esa imagen, el actual diputado “probaba” que
Nisman no podría haberse suicidado.
El tercer capítulo fue la denuncia del
propio Wolff por unas supuestas amenazas telefónicas proferidas por el juez
Rafecas. Dicha situación motivó una denuncia del ya diputado del PRO que fue
desestimada por el juez Sebastián Casanello. Sin embargo, dicha denuncia
incluía la afirmación del propio Wolff, de que las amenazas habían sido
proferidas por una voz femenina y no por el propio juez. Sin embargo, el exdirectivo
de la DAIA denunció a Rafecas –que no suele expresarse con tono femenino– ante
el Consejo de la Magistratura.
El cuarto capítulo incluyó a varios
fiscales federales que intentaron obsesivamente cuestionar al juez por haber
desestimado la acusación de Nisman contra la expresidenta de la Nación, su
canciller Héctor Timerman y el diputado Larroque, entre otros. Este “momento”
incluyó la acusación de “taición a la patria” –digitada por la AMIA y la DAIA–
contra la exmandataria y el intento por enviar la causa del deceso de Nisman al
fuero federal para otorgarle un matiz de magnicidio y dejar bajo sospecha
sistémica a todos los funcionarios del anterior gobierno.
El capítulo actual, consistente en convocar
a empresarios, dueños de medios de comunicación y referentes del establishment a expresarse mediante una
solicitada, fue también motorizada por Waldo Wolff con la inestimable
colaboración de Lilita Carrió, que días atrás llamó a la “colectividad judía a
apoyar el juicio contra Daniel Rafecas”.
Gran parte de los firmantes de la
solicitada representan a los sectores más concentrados de la sociedad
argentina, al tiempo que expresan una visión conservadora y en algunas
ocasiones reaccionaria de la identidad judeo-argentina. La ofensiva contra
Zaffaroni, Rafecas y otros jueces y fiscales se lleva a cabo desde un proyecto
de país que instituye lo jurídico como un suplemento pasivo de la monopolización
de la realidad, en todas sus facetas: tanto políticas y discursivas como
económicas e identitarias.
Desde esta perspectiva se ha intentado
forzar lo “judío” al límite de una única acepción, aquella que se acomoda a la
exclusión neoliberal, la eficiencia marketinera y a la empresarialidad
ceocrático.
Los distintos capítulos, y sus amnésicos
editores, olvidan que una gran proporción de los desaparecidos argentinos
tenían el origen argentino-judío que hoy pretenden homogenizar como baluarte de
la restauración.
Olvidan también, que nuestros orígenes
migratorios tienen mucho más que ver con el anarquismo (como el caso de Simón
Radovitsky), el sindicalismo nacional y popular (como el caso de Perelman,
primer secretario general de la UOM en la década del 40), las tradiciones
progresistas (expresadas por Moisés Lebensohn), y con Marshal Mayer, que se
jugaba la vida denunciando desapariciones en la década del 70, mientras la DAIA
intentaba congraciarse con la dictadura genocida.
En el Corán se denomina a los judíos “el
pueblo del libro”. Un libro que –según el Talmud– tiene muchos capítulos
indescifrables. Muchos de los cuales todavía no han sido escritos.
* Presidente del Llamamiento de Argentinos Judíos.
* Presidente del Llamamiento de Argentinos Judíos.
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