Gauchada viene de gaucho
Macri, en la Rural. | CASA ROSADA.
Los gauchos no fueron
personajes amistosos. No se caracterizaron ni por fraternales ni por
solidarios, tal como los pintó la historiografía oficial de principios del
siglo XX.
Los gauchos eran
tipos áridos, refunfuñosos, poco amigables, cuchilleros. Los gauchos no se
sentaban en la vereda a tomar mate ni a charlar con los vecinos. Los gauchos
andaban por la vida, de aquí para allá. No tenían lugar fijo. Eran “matreros”,
dormían sobre las matras –cuando la noche los encontraba– que usaban en las
monturas de sus caballos.
Los gauchos eran
tipos difíciles y raramente hacían gauchadas.
Pero ya no hay de
qué temer. Es que los gauchos se acabaron con el alambrado. Ya no hay más
gauchos. Ahora hay paisanos.
Cuando los
terratenientes cercaron sus territorios, cuando pusieron cerrojos en sus
tranqueras, cuando el campo se convirtió en un universo parcelado, los gauchos
quedaron sin tierra, sin lugar, sin hábitat, sin mundo.
Los gauchos
murieron. Y la sangre de los gauchos, esa que Sarmiento reclamó en su Facundo,
regó la tierra de los hacendados. Abonó el suelo de la Sociedad Rural.
Fue después cuando
empezaron a ensalzar al gaucho, cuando lo idealizaron para hacernos creer que
los intereses oligárquicos se asociaban a los del pobrerío. Pero era mentira,
era táctica política; pura maniobra para seguir hostigando a la descendencia
del gauchaje, a los peones, a los laburantes.
Y el presidente, en
la Rural, hizo lo mismo. Usó la misma estrategia.
Nunca gaucho fue sinónimo de terrateniente.
Sólo se los confunde por un interés avieso.
Claro que la
pobreza sabe de solidaridad. Y mucho. Pero eso es otra cosa. De eso, el
presidente no entiende nada.
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