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El Pelafustán

30.10.15

El shock Macri














Mauricio Macri. | FACEBOOK.

Los resultados de las elecciones del 25 de octubre fueron un cimbronazo. Hizo recordar a la conmoción que provocó el ingreso al balotaje del ultraderechista Le Pen, en 2002, en Francia. Los franceses reaccionaron a tiempo. Si bien Macri no es el líder del FN, un triunfo de la derecha porteña puede encarnar los mismos riesgos.   

Datapuntochaco | EDITORES

El 21 de abril de 2002, el líder ultraderechista Jean-Marie Le Pen, del Frente Nacional, logró ingresar con el 16,86% en el balotaje contra el conservador Jacques Chirac, en unas elecciones con el abstencionismo más alto de la historia francesa, el 28,4%. Fue el “shock Le Pen”.
Con los números irreversibles, toda Francia se despertó a tiempo y admitió el error. Las semanas previas al balotaje, una oleada de arrepentimiento marcó la vida cívica francesa. A las diarias marchas callejeras en todo el país, incluidas las de más de un millón de personas el 1 de mayo de ese año, se sumaron los llamados de personalidades del espectáculo, el deporte, intelectuales y empresarios a favor no tanto de Chirac como en contra de Le Pen.
Todos los partidos políticos, con excepción del de la trotskista Arlette Laguiller, y prácticamente casi toda la prensa –en una proclama sin precedente– respaldaron públicamente al neogaullista Chirac, cuentan las crónicas de aquellos días. “No pasará”, “Salvemos la V República”, “Me avergüenzo de ser francés” fueron algunas de las expresiones en las calles. Fue una especie de “expiación pública por el pecado de haber votado por un chanta”. Finalmente, Chirac se impuso en el balotaje con el 82,2%. ¡Uf!, escribió Maurice T. Maschino en Le Monde Diplomatique, como síntesis del sentimiento de alivio generalizado. 
El 25 de octubre de 2015, Mauricio Macri, líder de PRO, bando de la derecha argentina y epítome de la tilinguería política, logró ingresar al balotaje presidencial contra el candidato peronista Daniel Scioli, que se presenta como la “continuidad” del kirchnerismo.
Scioli ganó la primera vuelta electoral con el 36,86% y Macri, jefe de Gobierno porteño, obtuvo, como se sabe, el 34,33%. Sin embargo, la euforia “amarilla” fue tal que muchos creen hasta hoy que Macri fue el vencedor. La corporación mediática embaucadora, que convirtió el triunfo del macrismo en la provincia de Buenos en el único resultado electoral válido de todo el país, reforzó esa creencia. Fue el “shock Macri”.
La confusión fue la sensación generalizada el 26 de octubre. ¿Qué había pasado entre el 9 de agosto –cuando en las PASO Scioli superó por 8 puntos a Macri– y el 25 de octubre? Los análisis fueron cataratas de especulaciones, suposiciones, presagios y deseos. Si bien Macri no es Le Pen, la posibilidad de que asuma la Presidencia es tan riesgosa como lo fue el avance del líder ultraderechista francés en 2002, que lo dejó en las puertas del Elíseo.
La diferencia entre la Francia de aquel año y la Argentina de 2015 es que la izquierda nacional llamó a votar en blanco en el balotaje, al igual que el socialismo, sectores siempre prestos a hacerle el juego a la derecha. La UCR, centenario partido de origen revolucionario, terminó aliado a PRO, al que solo lo une un rabioso antikirchnerismo. Su titular, el conservador Ernesto Sanz, que obtuvo solo el 11,4% de los votos en las PASO, entregó la estructura nacional del partido al macrismo.
Las clases medias acomodadas y las no tantas, que prefieren renunciar a derechos antes que perder patrimonio, se ilusionan con que el macrismo recorte beneficios sociales, los mal llamados “planes”, a cuyos beneficiarios estigmatizan como “haraganes”. Es el proceso inverso al de 2001, cuando la confiscación de los depósitos bancarios sacó a ese sector a las calles, con el recordado ¡que se vayan todos! de los caceroleros, quienes se aliaron con desocupados y piqueteros, en plena crisis, en las denominadas asambleas barriales. “¡Piquete y cacerola, la lucha es una sola!”.
Al menos por ahora, no hay en las calles señales de arrepentimiento ni cruzadas de expiación por haber votado a un chanta. Y es de esperar que ratifiquen su apoyo a Macri sectores como la prensa corporativa, que ve en el macrismo la chance de recuperar su poder extorsivo; el campo enfrentado al Gobierno desde 2008 por las retenciones; el establishment económico-financiero, que ve a Macri como escudero; los habitantes de countries replegados por el miedo; los empresarios que quieren seguir esclavizando trabajadores; las patronas que en vez de empleadas domésticas quieren sirvientas y las clases medias identificadas con el mediopelo jauretchiano. 
El resto de los argentinos, que consiguió derechos, restauró otros y aguarda por otros más en una nueva etapa; que prefiere que le gobiernen sus representantes y no las corporaciones, que cree en la política y no en las fantochadas del macrismo porteño;  que apuesta a la militancia y no a los bolseros y otros tipos de chanchullos legitimados; que detesta el cínico prurito republicano radical; que rechaza el oportunismo electoral de aquellos que no votaron determinadas leyes y dicen que ahora sí las votarían; que no quiere una megadevaluación ni el expolio social ni la rendición ante los especuladores financieros mundiales… Ese resto espera, el 22 de noviembre a la noche, ya con los resultados de la votación, poder decir ¡uf!

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