La grieta es un algoritmo
Mala espina, de Paola Spalletti.
▪ Un análisis de los 280 000 tuits que se escribieron sobre las inundaciones bonaerenses demuestra que la campaña sucia que denunció Scioli en su contra existió, pero su efecto no alteró la manera en que circularon los mensajes en las redes sociales. ¿Sirve hacer operaciones en Twitter para aumentar el apoyo entre los votantes?
Ernesto Calvo | ANFIBIA
Ya lo dijo Von Clausewitz en su clásico
texto de 1832: “Twitter es la continuación de la política por otros medios” (*).
Trascendidos, primicias y filtraciones de todo tipo coexisten con información
dudosa o demostrablemente falsa; para la exasperación de políticos, periodistas
y celebridades del deporte y el arte. Los agravios e insultos molestan por
igual a las diez cuentas falsas de Messi y a las tres del Cuervo Tinelli, así
como a los múltiples Sciolis, Lanatas y Larretas que compiten por las
preferencias de los tuiteros argentinos. Efectivamente, las redes sociales
tienen sus personajes oscuros y sus barrios complicados. Regiones de la web por
donde difícilmente se atrevan a salir a caminar los buenos ciudadanos que
mantienen sus cuentas verificadas y sus computadoras en orden.
Este mundo de mensajes dudosos e
identidades esquivas entró de lleno en la campaña electoral, cuando Daniel
Scioli denunció al gurú electoral de Mauricio Macri, Jaime Durán Barba. Según
la denuncia presentada ante la Dirección Electoral, el Frente Cambiemos
orquestó una campaña sucia en Twitter para sacar rédito electoral de las inundaciones
de la segunda semana de agosto y que afectaron con particular virulencia a la provincia de Buenos Aires. Al parecer, según consta en la denuncia, alrededor
de 50 000 cuentas fueron utilizadas para diseminar información injuriosa y/o
falsa. Trolls, fakes y bots se ocuparon, respectivamente, de mentir, ironizar
desde el anonimato y diseminar de forma compulsiva información que, se supone,
atentaría contra las reglas de la competencia electoral.
Estas críticas, por supuesto, no son
nuevas. La proliferación de trolls, fakes y bots tiene una larga tradición en
Twitter, inundando las redes sociales a lo largo de conflictos tan diversos
como fueron la Primavera Árabe, #Ferguson, #Baltimore, #Nisman y #Ayotzinapa.
En mi libro Anatomía política de Twitter en Argentina: Tuiteando #Nisman (que
saldrá en septiembre), transcribo la queja de un exdirectivo de Twitter, quien
en un memo interno afirmaba: “Estoy francamente avergonzado de cuán pobremente
hemos lidiado con este problema [trolls, fakes y bots] durante mi estadía como
jefe de Operaciones [de Twitter]”.
En efecto, si bien las redes sociales
democratizaron la diseminación y el acceso a la información, también crearon un
universo de patologías informativas que son sistemáticamente utilizados para hacer
negocios y para hacer política. Desde la venta de “seguidores” para aumentar la
popularidad de usuarios hasta el bullying compulsivo y sistemático a través de
identidades falsas o mercenarios informáticos.
A pesar de las críticas generalizadas a los
trolls, fakes y bots, existe una pregunta central cuya respuesta no es tan
sencilla de responder: ¿sirve hacer campaña negativa en Twitter para aumentar
el apoyo entre los votantes? La respuesta, como muestro a continuación,
pareciera ser un “no mucho”. Poco a poco la evidencia se va acumulando,
mostrando que no todos los usuarios reciben la misma información, no muchos dan
crédito a esta información y la mayoría de ellos son informáticamente “ciegos”
a las operaciones tuiteras.
Las inundaciones y la cámara de eco
Para evaluar el efecto de las redes
sociales, y su uso electoral, lo primero que es necesario entender es que la
magnitud de la información producida en la Red es extraordinaria. Entre el 12 y
el 15 de agosto se publicaron más de 280 000 tuits sobre las inundaciones de la
provincia de Buenos Aires. Estos cientos de miles de tuits contaron con la
participación de más de 100 000 cuentas de usuarios. Es decir, del evento
mediático #inundados participaron alrededor del doble del número de cuentas denunciado
ante la Dirección Electoral. Estas cuentas, todo indica, tuvieron más usuarios
que fakes, más fakes que trolls y más trolls que bots. Todas patologías que
tienen su propia “huella digital” en internet.
A su vez, si bien el número de tuits
relativos a las inundaciones es significativo, representa tan sólo una pequeña
fracción de los más de 500 millones de tuits que se publican cada día en todo
el mundo. Puestos en contexto, tan sólo un 0,014% de los tuits producidos
durante esos cuatro días se refirieron al tema de las inundaciones.
Si estamos interesados en leer uno de estos
280 000 tuits, entre los 500 millones producidos diariamente, ¿cuál deberíamos
leer primero? Como muchos de los lectores seguramente saben, las redes sociales
como Facebook, Instagram o Twitter, analizan nuestro comportamiento en la red
así como la información de nuestras cuentas para decidir qué tipo de
información ofrecernos. Esto es necesario cuando se producen millones de tuits
por día. Si indicamos que nos gustó una publicación de Aníbal Fernandez,
Twitter nos ofrece una publicación de Cristina Fernandez. Si retuiteamos una
publicación de Gabriela Michetti, Twitter nos ofrece un tuit de Mauricio Macri.
En la medida en que Twitter busca maximizar nuestro placer informativo, todas
las actividades que depositamos en nuestros muros son utilizadas para definir
qué tipo de publicaciones desearíamos ver. Es decir, la información que
recibimos es un eco de aquello que depositamos en Twitter. Tanto favs como
retuits son procesados por algoritmos que después ofrecen nuevas publicaciones
(o nuevos productos) en nuestros muros.
El resultado de estos mecanismos
informativos es que cada uno de nosotros recibe distintas publicaciones y ve
distintos tipos de información en sus muros. En efecto, cada uno de nosotros
vive en un mundo virtual en el cual todos somos mayoría. Quienes comulgan con
la oposición viven en un mundo tuitero que se encuentra saturado de opositores.
Quienes comulgan con el gobierno viven en un mundo oficialista. ¿Y dónde viven
los trolls, los fakes y los bots? En los barrios que los reciben y que repiten
sus mensajes. Es decir, en comunidades donde lo que ellos dijeron ha sido fav y
ha sido retuit. Por tanto, la culpa no es del troll sino del que le da de
comer. Pero como ocurre con los perros de la calle, los trolls vuelven a
quienes los alimentaron, dado que Twitter considera estas actividades al
decidir qué publicaciones pone en nuestro muro.
(*) La frase original es “La guerra es la continuación de la política por otros medios”.
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