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El Pelafustán

29.8.15

La grieta es un algoritmo















Mala espina, de Paola Spalletti.

Un análisis de los 280 000 tuits que se escribieron sobre las inundaciones bonaerenses demuestra que la campaña sucia que denunció Scioli en su contra existió, pero su efecto no alteró la manera en que circularon los mensajes en las redes sociales. ¿Sirve hacer operaciones en Twitter para aumentar el apoyo entre los votantes? 


Ernesto Calvo | ANFIBIA

Ya lo dijo Von Clausewitz en su clásico texto de 1832: “Twitter es la continuación de la política por otros medios” (*). Trascendidos, primicias y filtraciones de todo tipo coexisten con información dudosa o demostrablemente falsa; para la exasperación de políticos, periodistas y celebridades del deporte y el arte. Los agravios e insultos molestan por igual a las diez cuentas falsas de Messi y a las tres del Cuervo Tinelli, así como a los múltiples Sciolis, Lanatas y Larretas que compiten por las preferencias de los tuiteros argentinos. Efectivamente, las redes sociales tienen sus personajes oscuros y sus barrios complicados. Regiones de la web por donde difícilmente se atrevan a salir a caminar los buenos ciudadanos que mantienen sus cuentas verificadas y sus computadoras en orden.
Este mundo de mensajes dudosos e identidades esquivas entró de lleno en la campaña electoral, cuando Daniel Scioli denunció al gurú electoral de Mauricio Macri, Jaime Durán Barba. Según la denuncia presentada ante la Dirección Electoral, el Frente Cambiemos orquestó una campaña sucia en Twitter para sacar rédito electoral de las inundaciones de la segunda semana de agosto y que afectaron con particular virulencia a la provincia de Buenos Aires. Al parecer, según consta en la denuncia, alrededor de 50 000 cuentas fueron utilizadas para diseminar información injuriosa y/o falsa. Trolls, fakes y bots se ocuparon, respectivamente, de mentir, ironizar desde el anonimato y diseminar de forma compulsiva información que, se supone, atentaría contra las reglas de la competencia electoral.
Estas críticas, por supuesto, no son nuevas. La proliferación de trolls, fakes y bots tiene una larga tradición en Twitter, inundando las redes sociales a lo largo de conflictos tan diversos como fueron la Primavera Árabe, #Ferguson, #Baltimore, #Nisman y #Ayotzinapa. En mi libro Anatomía política de Twitter en Argentina: Tuiteando #Nisman (que saldrá en septiembre), transcribo la queja de un exdirectivo de Twitter, quien en un memo interno afirmaba: “Estoy francamente avergonzado de cuán pobremente hemos lidiado con este problema [trolls, fakes y bots] durante mi estadía como jefe de Operaciones [de Twitter]”.
En efecto, si bien las redes sociales democratizaron la diseminación y el acceso a la información, también crearon un universo de patologías informativas que son sistemáticamente utilizados para hacer negocios y para hacer política. Desde la venta de “seguidores” para aumentar la popularidad de usuarios hasta el bullying compulsivo y sistemático a través de identidades falsas o mercenarios informáticos.
A pesar de las críticas generalizadas a los trolls, fakes y bots, existe una pregunta central cuya respuesta no es tan sencilla de responder: ¿sirve hacer campaña negativa en Twitter para aumentar el apoyo entre los votantes? La respuesta, como muestro a continuación, pareciera ser un “no mucho”. Poco a poco la evidencia se va acumulando, mostrando que no todos los usuarios reciben la misma información, no muchos dan crédito a esta información y la mayoría de ellos son informáticamente “ciegos” a las operaciones tuiteras.

Las inundaciones y la cámara de eco

Para evaluar el efecto de las redes sociales, y su uso electoral, lo primero que es necesario entender es que la magnitud de la información producida en la Red es extraordinaria. Entre el 12 y el 15 de agosto se publicaron más de 280 000 tuits sobre las inundaciones de la provincia de Buenos Aires. Estos cientos de miles de tuits contaron con la participación de más de 100 000 cuentas de usuarios. Es decir, del evento mediático #inundados participaron alrededor del doble del número de cuentas denunciado ante la Dirección Electoral. Estas cuentas, todo indica, tuvieron más usuarios que fakes, más fakes que trolls y más trolls que bots. Todas patologías que tienen su propia “huella digital” en internet.
A su vez, si bien el número de tuits relativos a las inundaciones es significativo, representa tan sólo una pequeña fracción de los más de 500 millones de tuits que se publican cada día en todo el mundo. Puestos en contexto, tan sólo un 0,014% de los tuits producidos durante esos cuatro días se refirieron al tema de las inundaciones.
Si estamos interesados en leer uno de estos 280 000 tuits, entre los 500 millones producidos diariamente, ¿cuál deberíamos leer primero? Como muchos de los lectores seguramente saben, las redes sociales como Facebook, Instagram o Twitter, analizan nuestro comportamiento en la red así como la información de nuestras cuentas para decidir qué tipo de información ofrecernos. Esto es necesario cuando se producen millones de tuits por día. Si indicamos que nos gustó una publicación de Aníbal Fernandez, Twitter nos ofrece una publicación de Cristina Fernandez. Si retuiteamos una publicación de Gabriela Michetti, Twitter nos ofrece un tuit de Mauricio Macri. En la medida en que Twitter busca maximizar nuestro placer informativo, todas las actividades que depositamos en nuestros muros son utilizadas para definir qué tipo de publicaciones desearíamos ver. Es decir, la información que recibimos es un eco de aquello que depositamos en Twitter. Tanto favs como retuits son procesados por algoritmos que después ofrecen nuevas publicaciones (o nuevos productos) en nuestros muros.
El resultado de estos mecanismos informativos es que cada uno de nosotros recibe distintas publicaciones y ve distintos tipos de información en sus muros. En efecto, cada uno de nosotros vive en un mundo virtual en el cual todos somos mayoría. Quienes comulgan con la oposición viven en un mundo tuitero que se encuentra saturado de opositores. Quienes comulgan con el gobierno viven en un mundo oficialista. ¿Y dónde viven los trolls, los fakes y los bots? En los barrios que los reciben y que repiten sus mensajes. Es decir, en comunidades donde lo que ellos dijeron ha sido fav y ha sido retuit. Por tanto, la culpa no es del troll sino del que le da de comer. Pero como ocurre con los perros de la calle, los trolls vuelven a quienes los alimentaron, dado que Twitter considera estas actividades al decidir qué publicaciones pone en nuestro muro.

(*) La frase original es “La guerra es la continuación de la política por otros medios”.

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