¿Por qué por Nisman?
El silencio se hace agua. | MAFIA.
▪ Tras la marcha del 18F sobrevienen preguntas. ¿Por qué un sector de la sociedad indiferente a las ignominias cotidianas sale a la calle por un fiscal? En Corrientes y Chaco, el nismanismo juntó a la clase acomodada, la oposición política y mediática, y la Iglesia. El homenaje al muerto fue opacado por las consignas anti-K.
Datapuntochaco | EDITORIAL
“Es que al fin despertamos. Esto lo tendríamos que haber hecho antes”, dijo una docente el 18F. “¿Antes cuándo?”, preguntó una periodista de Página 12. “Antes, antes. Cuando tuvimos la oportunidad. Cuando la Presidenta se fue de viaje y dejó a (Amado) Boudou de presidente. Si hubiéramos salido ahí, sería otra historia”, respondió la marchante.
Esa respuesta se multiplicó por miles cada vez que se
preguntó a aquellos que salieron a la calle el miércoles 18 de febrero en
algunas ciudades del país, en el homenaje al fiscal Alberto Nisman convocado
por un grupo de fiscales impresentables y al que la oposición político-mediática-empresarial y un sector de la comunidad judía y de la Iglesia católica se adhirieron, a un
mes del luctuoso hallazgo en el departamento donde vivía el encargado especial
de investigar el atentado a la AMIA.
Quedó claro que los miles que salieron a la calle ese
día, aun bajo la torrencial lluvia, como ocurrió en la ciudad de Buenos Aires,
no fueron tanto por Nisman –de quien seguramente la mayoría de los marchantes poco
y nada sabía– como sí para expresarse, aunque sea en silencio, contra el Gobierno y, particularmente, contra la presidenta Cristina Fernández de
Kirchner.
Como la docente, los miles que aguantaron por Nisman el aguacero en
la Capital Federal o el calor en el Nordeste expresan
el sentimiento de un sector de la
sociedad que se opone a las políticas progresistas del Gobierno, odia a la presidenta y, desorientado, no encuentra candidato ni fuerza
política que lo represente.
Ahora, ese sector halló en la afrenta de un grupo minoritario de
fiscales, con apoyo de la corporación periodística, el espacio y el momento
para escupir su odio. Usaron el cadáver de Nisman para mostrarse, una vez más, como
lo que son: reaccionarios.
Como señala Luis Bruschtein en Página 12, “el núcleo duro
de los que convocaron a la marcha proviene del riñón de la justicia menemista,
como el juez Ricardo Recondo, los fiscales Germán Moldes, Raúl Plee y Ricardo
Sáenz (…) Estos fiscales expresan varios de esos resentimientos: han respaldado
a represores que ahora están presos o han diseñado o aprobado leyes de
impunidad que fueron anuladas y Moldes y Plee fueron acusados por familiares de
víctimas de la AMIA de entorpecer la causa por encubrimiento que impulsó
Cristina Kirchner”.
Si en verdad a los marchantes del 18F les importara la Justicia,
tendrían una cita por las calles el año entero, todos los años. Los 18 de
julio, por ejemplo, podrían marchar por el crimen impune de los 85 muertos en
la voladura de la AMIA, una causa en la que hubo complicidad del poder político
de los 90 con jueces y fiscales y la dirigencia de la comunidad judía para no
avanzar en la investigación.
La gran mayoría de los marchantes del 18F permanecen
impasibles ante los hechos de injusticia y de impunidad que pululan en todas
partes, que van desde la corrupción pública y privada hasta la desatención del
Estado en salud y servicios básicos, como la luz y el agua, pasando por los
bajos ingresos de gran parte de clase trabajadora y los atropellos de los
empresarios ávidos de ganancias.
¿Por qué entonces sensibiliza tanto a un sector de la
sociedad la muerte de un fiscal que en diez años no obtuvo resultados en la
investigación del atentado más cruento perpetrado en el país, que llevaba una
vida repleta de comodidades, que buscaba órdenes en la Embajada de Estados
Unidos y a quien muchos de los periodistas que hoy lo convirtieron en mártir antes criticaban sin piedad?
La respuesta es que el 18F fue una movida clasista. Un
periodista que anduvo esa noche por el puerto de Corrientes, el punto de
concentración, no pudo dejar de mencionar la pertenencia social de los
nismanistas correntinos: clase media alta promedio. Junto a ellos, los popes
del sector político más conservador, incluyendo a la UCR, ese partido que nació
revolucionario pero que 100 años después expresa mejor que ninguno la
resistencia al cambio.
En Resistencia, las cosas no fueron muy distintas. El
principal diario de Chaco, Norte, tituló “El silencio por Nisman retumbó en
Resistencia”, otorgándole un dramatismo exagerado a un hecho que, si bien conmociona,
debería resultarle bien ajeno a la mayoría de los chaqueños que bastante tienen
con sus propios padecimientos.
No hay otra cosa que la mera especulación
político-electoral y el interés clasista para explicar una movilización de
magnitud. El grupo de fiscales convocantes y la corporación mediática que hace
aparecer como un asesinato del Gobierno lo que hasta ahora es un suicidio (de
hecho, hubo carteles aludiendo a que fue la presidenta quien mató al fiscal) sirvieron
para alimentar esta vez el odio anti-K. Otras veces fueron las restricciones
para comprar dólares y el impuesto a las ganancias.
No hay más que eso en el espíritu de los marchantes del
miércoles. Ellos suplantaron las instituciones de la República, a las que dicen
defender, por tapas de diarios y la pantalla de un canal de noticias. La
democracia que ellos defienden son las operaciones contra un gobierno elegido
por el voto. Las batallas que ellos están dispuestos a dar son en defensa de intereses
de un grupo económico.
Así, más que ciudadanos comprometidos con la República,
la democracia y la patria (una palabra que se escuchó mucho en la marcha) son exégetas
del discurso del establisment político-económico-mediático y apologistas de sus
ignominias.
Camuflados de republicanos, lo que en verdad buscan es
que la presidenta deje el Gobierno antes de diciembre. No marcharon para
reclamar justicia, sino, como dice Bruschtein, para que la Justicia reemplace a
las elecciones.
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