Los medios y el germen de la intolerancia
Recorte de las páginas centrales del último número de Charlie.
▪ La matanza en Charlie Hebdo abrió el debate sobre la libertad de expresión. El papa dijo que debe haber “límites”. Bergoglio es, después de todo, el jefe de un Estado teocrático, expresión con la que la prensa hegemónica descalifica a Irán. El islam es mostrado como semillero de violencia y terror. En Arabia Saudita, decapitan gente, pero solo llegan las noticias de ISIS. La estigmatización y la hipocresía mediáticas.
Datapuntochaco | EDITORIAL
El brutal ataque al semanario francés Charlie Hebdo abrió la discusión acerca de la libertad de expresión. Este blog recopiló algunas opiniones al respecto a pocos días de la matanza en el hebdomadario, donde fueron asesinados 11 trabajadores en la redacción y dos policías en la calle, y cuando la conmoción aún dominaba a todos.
Sin embargo, bastó que el papa Francisco dijera que “no se puede insultar la fe de los demás” y que, por lo tanto, la libertad de expresión “tiene un límite”, en alusión al contenido crítico de las religiones de Charlie Hebdo, para que la discusión empezara a atizarse.
“Cada persona no solo tiene la libertad, sino la obligación de decir lo que piensa para apoyar el bien común”, pero “sin ofender”,
aclaró Francisco. “No se puede reaccionar con violencia, pero si el doctor Gasbarri [organizador de los viajes papales], que es un gran amigo, dice una grosería contra mi mamá, le espera un puñetazo. No se puede provocar, no se puede insultar la fe de los demás (...) Hay mucha gente que habla mal, que se burla de la religión de los demás. Estas personas provocan y puede suceder lo
que le sucedería al doctor Gasbarri si dijera algo contra mi mamá. Hay un límite, cada religión tiene dignidad, cada religión que respete la vida humana, la persona humana… Yo no puedo burlarme de ella. Y este es límite”, respondió Jorge Bergoglio a una pregunta de un periodista francés, en pleno vuelo papal a Filipinas.
La respuesta desconcertó a muchos. Héctor Schamis le dedicó una columna en El País, donde le responde al pontífice que lo que debe restringir es el fundamentalismo y no la libertad de expresión. “No es la burla lo que hay que restringir, sino la intolerancia. Normalizar la idea de que la ofensa de lo sagrado legitima una reacción, solo puede llevarnos al mundo de la justicia por mano propia”, escribe Schamis. Las palabras papales no sorprenden para nada. Bergoglio es el jefe de un Estado teocrático, el Vaticano, les guste o no a quienes usan esa expresión solo para descalificar a Irán. De hecho, en un debate televisivo de la noche sobre el escándalo que desató el fiscal Alberto Nisman al acusar a la presidenta Cristina Fernández y al canciller Héctor Timerman de “pactar impunidad” con Teherán en el caso de la AMIA, una periodista porteña expresentadora de noticias de C5N preguntó si estaba bien que la Argentina “mantuviera relaciones” con un Estado teocrático (refiriéndose a Irán). Bueno, habría que aclarar que el Vaticano, con el que la Argentina tiene excelentes relaciones, es un Estado teocrático.
Está instaurada en la prensa hegemónica argentina esa
forma de demonizar al Gobierno iraní, como sucede con todo lo relacionado con
el islam y los musulmanes, señalados hoy como semilleros de violencia y
terrorismo. Un video que circuló en estos días en la Web muestra a un especialista en religiones entrevistado por la CNN refutar cada una de las
reflexiones ramplonas de los dos presentadores acerca del islamismo y el “mundo
musulmán”. Cuando le señalaron sobre los casos de mutilaciones genitales, el
profesor Reza Aslan, catedrático de la Universidad de California, replicó que
eso no es un problema del islam, sino de África central, donde, en Eritrea, el
90% de las mujeres fueron mutiladas, y en Etiopía, el 75%, pero ambos son
países cristianos. En Eritrea, según Wikipedia, el 50% de la población es cristina
(la mayoría pertenece a la iglesia ortodoxa de Eritrea Tewahdo), mientras que
en Etiopía, el 61,6% (protestantes, ortodoxos y católicos).
Según un informe de Unicef, “ninguna religión prescribe”
la práctica de la ablación/mutilación genital femenina (A/MGF). Sin embargo,
esta no es la percepción general, al menos en lo referente al islam. Aunque hay
una rama teológica del islam que apoya la A/MGF, la rama de tipo sunna, el
Corán no incluye ningún texto que exija la ablación de los órganos genitales
externos de la mujer y está muy extendida la idea de que la práctica se daba
entre las poblaciones sudanesas y nubias antes de la aparición del islam. Además, la mayoría de los musulmanes del mundo no practican la A/MGF. No hay
pruebas de su práctica en Arabia Saudita y tampoco en varios países musulmanes
del norte de África, incluidos Argelia, Libia, Marruecos y Túnez”.
Aslan admitió que hay países musulmanes donde las mujeres
son maltratadas, como Irán y Arabia Saudita, pero en otros las mujeres son
elegidas presidente, algo que nunca ocurrió en Estados Unidos.
La periodista le señaló a Aslan que en Arabia Saudita, si
bien las mujeres no pueden votar ni conducir un automóvil, esa sociedad no es
“extremista”. El profesor le respondió: “Arabia Saudita debe ser el país
musulmán más extremista. Durante el mes en que hemos hablado de ISIS [Estado
Islámico] y sus terribles acciones en Irak y Siria, Arabia Saudita, nuestro
aliado, decapitó a 19 personas”.
La estigmatización del islam como una religión que
promueve la violencia es el mensaje uniforme de los medios de comunicación de
los países centrales y que tienen eco en la prensa hegemónica argentina. Aslan
fue claro: “Hay monjes budistas masacrando a mujeres y niños en Myanmar, sin
embargo eso no significa que el budismo promueva la violencia”. Las
generalizaciones son, como dice Aslan, el germen de la intolerancia.
La reacción de la prensa local sería, como dice Mempo Giardinelli en Página 12, “gracioso si no fuese, como es, condenable”. “Muchos
de los que hoy firman artículos y manifiestos no hubieran permitido aquí, ni en
casi todo el mundo, la existencia de un semanario como Charlie Hebdo. Ni un solo día”, apunta el escritor chaqueño.
“Ahora que en sus primeras planas dicen llorar estos
atentados terroristas, su cinismo resulta además chocante, pues casi nada
dijeron ni dicen de los crímenes masivos en Nigeria, Palestina, México,
Honduras y otros países donde fanáticos y esbirros producen similares horrores
autojustificándose también en intolerancias religiosas, políticas, económicas
y/o culturales”, agrega.
En otro artículo esclarecedor, Federico Vázquez señala
que el atentado a Charlie Hebdo es
presentado por los medios del mundo, casi sin excepción, como un “nuevo
capítulo del choque civilizatorio entre Occidente y el islam, entre la democracia
y la barbarie”. Sin embargo, los
hermanos Kouachi, a quienes se les atribuyó el ataque, eran“dos ciudadanos
franceses, a secas, nacidos y criados en el país galo”. “Algo no está bien
entre los vecinos de París que resuelven sus diferencias religiosas y
culturales mediante el uso de [fusiles] Kalishnikov. Porque, aunque parezca
extraño, el exquisito caricaturista Stéphane Charbonnier y el exrapero
convertido al fanatismo islámico Chérif Kouachi vivían en la misma ciudad”,
reflexiona Vázquez.
“El brutal asesinato a los periodistas de la revista
satírica debería invitar a una sociedad democrática y con diversidad de
opiniones a preguntarse cómo llegó hasta este punto (…) Se trata de entender
que existe un problema social, político, económico y, en último término,
religioso al interior de las sociedades europeas y no fuera de ellas, en algún ‘oscuro
rincón del mundo’. El problema está en Europa”, opina Vázquez.
El columnista de la agencia Télam señala que, “si se
comprueban los lazos con grupos terroristas de Medio Oriente” de los hermanos
Kouachi y de Amedy Coulibaly (que tomó
el supermercado kosher y mató a cuatro rehenes), “hay una ‘conexión’ externa.
Pero esa conexión con el terrorismo internacional no queda tampoco ajena a
decisiones políticas tomadas por los gobiernos del Primer Mundo. Desde la
primavera árabe de 2011, hubo una destrucción sistemática de los estados en el
norte de África y la península arábiga. Libia, Irak y Siria son territorios
caotizados, donde ISIS siembra el terror y realiza propaganda viral en Internet
para que nuevos contingentes de jóvenes europeos se sumen a sus filas. En el
caso de Libia, la participación francesa en el derrocamiento de Gadafi fue
directa e inocultable. El gobierno de Gadafi no fue remplazado por una
democracia ejemplar, sino por la destrucción del país, a partir del cual creció
la influencia del islamismo extremista que, de modos brutales, impone un orden
donde los europeos dejaron caos”.
Para entender hasta dónde llega la estigmatización contra
el islam, Giardinelli menciona la carta de un ciudadano catalán que circula en
Internet, que “desnuda la cruel paradoja del absurdo estado del mundo. En ese
e-mail un hombre cuenta que en su barrio, en Barcelona, estaban hartos de la
inseguridad, los robos en las casas y la deficiente vigilancia policial.
Entonces, con su esposa decidieron colocar en el balcón del primer piso una
bandera de Afganistán, otra de Pakistán y una tercera, negra, del Estado
Islámico. El cambio, asegura, fue benéfico de inmediato: ahora su casa está vigilada
las 24 horas, su hija va al colegio seguida de un coche con agentes secretos y
él mismo va a su trabajo con escoltas, mientras su mujer permanece en casa,
segura y tranquila, porque la calle en que viven está perfectamente controlada”.
¿Acaso solamente las acciones de terror de ISIS, Al-Qaeda
y el extremismo islámico pueden ser consideradas terroristas?¿No deberían
inscribirse también en esa categoría las operaciones armadas promovidas por
Estados Unidos, Europa, Israel y sus aliados árabes en Oriente Medio y África.
Las cosas no son tan simples como se presentan en los medios. Ni Irán es el
único Estado teocrático ni el islam es sinónimo de violencia. Después de todo,
ni el Vaticano está exento de atrocidades en pleno siglo XXI: el caso de los
curas pederastas no es otra cosa que un acto de barbarie, del que los medios se
escandalizaron, pero no lo suficiente.
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