Las estafas que alimentan la inflación
▪ Las maniobras de las empresas para subir los precios están a la orden del día. La clave está en la alta concentración: solamente 28 empresas producen el 78% de los 40 000 productos que los argentinos compran en los supermercados. Las trampas en las góndolas.
Javier Álvarez
Periodista
Las
empresas generan inflación. La lógica capitalista es así, no se siente mal por
hacerlo. El abuso de posición dominante es un condimento determinante. Y más en
momentos en que las grandes empresas ven amenazada su rentabilidad por un
fuerte aumento de costos de producción y distribución.
Los
desequilibrios económicos del país son un combustible para la suba de precios,
pero la avivada criolla lleva también a maniobras engañosas contra los
consumidores. Por ello, entender a la inflación sólo como la mera alza del precio
de un producto o servicio es un error. El aumento del costo de vida cambia sus
formas para avanzar.
Una
fuerte polémica se desató en las redes sociales: muchos precios del Cyber Monday
eran una estafa. ¡Y si! En algunos casos, el descuento no existía. Un teléfono
que hace un mes costaba 3.000 pesos, en el revoleo de ofertas de lunes y martes
valía 3.500. Engaños y suba de precios: un cóctel explosivo para el bolsillo.
El
debate sobre quién es el culpable de la inflación no acabará jamás. El Gobierno
y los empresarios se culpan entre sí, pero que cada uno tiene su cuota de
responsabilidad. El primero la legitima con la maquinita de la Casa de la
Moneda y el fuerte déficit fiscal; también falla en los controles. Los otros se
aprovechan.
Existe
un dato escalofriante: solo 28 empresas producen el 75 por ciento de los más de
40.000 productos que los argentinos encuentran en las góndolas de los
almacenes, supermercados y grandes hipermercados. Si no los producen,
participan en su importación.
Unos
ejemplos de la brutal concentración: el 75% del azúcar blanco es de Ledesma; el
78% de las galletitas es producido por Danone, Kraft Foods y Arcor; el 90% del
pan lactal pertenece a Fargo y Bimbo; y el 66% de la leche es controlada por La
Serenísima y Sancor.
La
mayoría de los bienes y servicios que consumimos y usamos todos los días están
regulados. Entonces, quienes los fabrican le buscan la vuelta al asunto para no
perder rentabilidad mientras sus costos de producción también aumentan.
Tips
para detectar a la inflación más allá del precio:
–Suba
de precio. Las empresas presionan al Gobierno para que las dejen aumentar el
valor de sus productos. Si no, aumentan igual. Después, discuten con las
autoridades, amenazan con desabastecer el mercado, negocian una suba y ganan.
–Estafa
directa. Una persona toma un producto de la góndola cuyo rótulo dice “200
gramos”, lo pesa y descubre que sólo tiene 180 gramos. Pasa mucho en los
fideos, el arroz, el azúcar y las galletitas. Casos de estos fueron denunciados
por la Unión de Consumidores de la Argentina (UCA). El personaje de Ricardo
Darín en Un cuento chino, lo muestra muy bien.
–La
letra chica. En la cara principal del empaque del producto se menciona que
contiene 100 gramos, por ejemplo, de papas fritas. En el anverso y en letra
chica, ilegible y –si es posible– con tinta corrida se informa que el peso es
de 92 gramos más una bolsa de 8 gramos.
–El
paquete más chico. Si no pueden subir los precios, reducen el paquete. El caso
de las galletitas es clásico. El surtido que antes era de medio kilo, ahora
trae 350 gramos, o 400 en el mejor de los casos. Pero el precio no bajó sino
que se mantuvo o creció. Hay que prestarle atención a Bagley, Terrabussi y
Arcor.
–El
paquete más grande. “Ahora, un 10 por ciento más”, dice la botella o el
envoltorio del producto que en los últimos 12 meses aumentó su precio en un 40
por ciento. Ya le cobraron al consumidor por anticipado. A las marcas de
gaseosas y aguas saborizadas les encanta esta estrategia.
–La
mentira del producto nuevo. Los que compran pañales lo entienden con claridad.
Algunas de las empresas que se vieron obligadas a ingresar al plan oficial
Precios Cuidados se subieron a esta estrategia. ¿Cómo? Al paquete que ingresó al
plan le agregaron un dibujito y al pañal, otro. Tienen dos productos
“diferentes” con precios distintos. ¡Pero es el mismo contenido!
–La
farsa de la flamante y mejor versión. Las automotrices la eligen. Lanzan un
coche nuevo al mercado con excelente calidad en los componentes. Lo instalan,
bombardean con publicidad y dejan correr la voz sobre la elevada calidad. Al
año lo reversionan y abaratan los insumos. Los coches se rompen más rápido y no
prestan el mismo confort que antes. Pero los precios, aumentaron.
–Ya
no es lo que era. El relleno de las galletitas no es el mismo que aquel que
supimos saborear. Esas que “sonríen” dan ganas de llorar. Supieron ser de las
más sabrosas, hasta que empezaron a recortarle el dulce de frambuesa. Le sacan
lo que el consumidor no ve a simple vista.
–¡Ahora,
la versión personalizada! Además de estafar al consumidor, las empresas lo
subestiman. Le ofrecen un paquete de cuatro unidades ‘bien personalizado’ a 4
pesos. El original, de doce, sigue costando 8 pesos. La cuenta no da por ningún
lado. Inundan el mercado con la flamante versión. Pierde el consumidor.
–No
nos quedó, capaz la semana que viene nos traen más. Los grandes supermercados
suelen guardar productos que ya estaban en góndola a la espera de un aumento de
precio. Ocurre cada dos meses con las leches para bebés y niños pequeños. Son
productos caros: el litro cuesta 54 pesos.
–Sobrefacturación.
Las telefónicas son de terror: se llevan el primer lugar entre las más
denunciadas ante las asociaciones de defensa del consumidor. Es simple: le
cobran al usuario más mensajes de los que mandó y más minutos de los que habló.
También le cobran por roaming
internacional a quienes viven en zona de frontera.
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