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8.12.13

Las dos Córdoba


Un súper cordobés, con la persiana forzada. | La Voz.

Se reproduce aquí una parte de la columna de Horacio Verbitsky publicada hoy en Página 12. El autor no cree en la espontaneidad de los saqueos desatados esta semana, al amparo de la ausencia policial, en una ciudad marcada por el boom de la soja y la consolidación de la industria automotriz. Una sociedad dividida y desigualada que mostró lo peor de sí en un segundo

Horacio Verbitsky 
Página 12

Según el periodista cordobés Dante Leguizamón, en el oeste de la ciudad y en la zona cercana al acuartelamiento, fue evidente la organización y coordinación de los saqueos por la propia policía. Primero pasaban motos cuyos tripulantes sólo rompían las vidrieras, detrás otras motos que precedían a unas camionetas muy chetas en las que comenzaba a cargarse la mercadería saqueada, y recién después el contagio generalizado. Una vez cerrado el acuerdo con la aceptación de todas las condiciones de los alzados, [el gobernador de Córdoba, José Manuel] De la Sota los envió a que hicieran lo que mejor saben y más les gusta. Como en una intensificación de la práctica cotidiana, usaron los peores modales para recuperar parte de los bienes robados en la zona que antes habían liberado.
El antropólogo Pablo Semán tampoco cree en la espontaneidad del saqueo, pero prefiere detenerse sobre las condiciones estructurales que lo hacen posible. Especializado en temas de cultura popular, viaja a Córdoba varias veces por año. Es hijo del militante detenido-desaparecido Elías Semán, y vivió allí durante parte de su infancia, lo cual refuerza el interés de su visión. Semán compara con los bantustanes sudafricanos las ciudades dormitorio, o satélite, surgidas de la erradicación de villas que ocupaban terrenos apetecidos por la especulación inmobiliaria y del boom de la soja y la consolidación de la industria automotriz. Sus jóvenes pobladores son víctimas de retenes policiales sistemáticos “por portación de edad, cara, o zapatillas inconsistentes con el prejuicio del observador”, dice Semán. También el exdiputado radical y exfiscal de Estado Miguel Ortiz Pellegrini dijo que las escenas nocturnas, con disparos que se escuchaban en diversos puntos de la ciudad, le hicieron recordar “a las películas del Apartheid”. La diferencia es que él representó en las negociaciones a los policías sublevados.
Cada vez que Semán viaja a Córdoba le asombra “la debilidad relativa de la presencia numérica de aquellos sujetos que el racismo impiadoso de Córdoba podía llamar negrazones”, que fueron segregados en esas ciudades dormitorio. “En tiempos normales en Córdoba hay mucha policía en la calle.” Esa “gendarmería permanente, beligerante y numerosa” constituye un factor vital del orden social imperante, que aisló a los negros en las ciudades dormitorio. “Y es de esperar que si se ausenta, ese orden no funcione en automático.”
La contraparte es Nueva Córdoba, “barrio emblemático de los beneficios del boom de la soja, con verdulerías decoradas al modo de Nueva York, vinerías finas, panaderías francesas, fotocopiadoras de lujo, casas de ropa de marca y locales nocturnos para la diversión de miles de estudiantes que vienen desde las prósperas localidades vinculadas a la expansión del agronegocio”. Esa población de estudiantes “no gasta menos de 20.000 pesos mensuales y viaja habitualmente a Estados Unidos, Europa y el Caribe”. Allí, hasta en los “puestos viles”, como dependientes de almacén, repositores o asistentes de limpieza se ve la presencia dominante de hijos de colonos gringos, más pobres, pero blancos. “La policía garantizaba ese orden, que se aceitaba con los recursos que el narcotráfico le derivaba a la policía y que ha perdido transitoriamente su lubricante”, a raíz de las denuncias sobre el narcoescándalo que lesionaron el pacto de delegación y gobernabilidad con el gobierno provincial (esto último no es cosecha de Semán sino propia). Cuando el reaseguro policial desaparece, emerge el carácter masivo del horror. “La Córdoba dividida y desigualada a la fuerza ha mostrado por un segundo la arquitectura y el dolor generalmente enmudecidos de su constitución social”, concluye el calificado observador.

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