Antes y después de la ley de medios
Morales Solá y Magdalena, ante la CIDH. | oas.org.
▪ La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual simboliza una ruptura. Tres hechos ocurridos a poco del fallo de la Corte que declaró constitucional la norma resumen las prácticas de una prensa "prehistórica". Instaurar nuevos paradigmas y retomar algunos principios del periodismo hechos añicos por los intereses mercantilistas son los desafíos. Les espera a los legítimos actores de estos renovados tiempos la tarea de empezar a escribir la "historia".
Data.Chaco
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Al agradecer uno de los premios ETER a Radio Nacional, María Seoane, la directora de esa emisora, dijo que el 29 de octubre de este año, día en que la Corte Suprema de Justicia declaró constitucional la ley de medios, marca la línea que separa la prehistoria de la historia del periodismo y la información en la Argentina.
La referencia a los dos períodos de la humanidad (la prehistoria como el
anterior a todo documento escrito) viene bien para entender la ruptura que marca
la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, a partir de la cual deben instaurarse
nuevos paradigmas y retomar algunos principios del periodismo hechos
añicos por los intereses mercantilistas en el manejo de un bien público como es
la información.
Parte de eso que puede empezar a llamarse prehistoria según Seoane puede
resumirse en los siguientes tres hechos ocurridos después de conocerse el
dictamen de la Corte:
- El
periodista Alfredo Leuco (radio Continental y Perfil) rechazó la
nominación para integrar la terna de mejor columnista político, junto con Nora
Veiras (Radio Nacional) y Romina Manguel (Vorterix), de los premios a la
radio de ETER, cuya entrega se realizó el miércoles 6, en el teatro
Cervantes. Si bien no se sabe cuáles fueron las razones de la
autoexclusión, lo cierto es que Leuco nada tiene que hacer entre los
profesionales que, en su gran mayoría, se mantienen en una línea crítica aunque
no rabiosa con el gobierno de Cristina Fernández, pueden marcar con
coherencia lo que les gusta y lo que no de la gestión K sin ponerse
furibundos y, en especial, se despegaron de prédicas corporativas claramente
destituyentes y defendieron la ley de medios pese a Clarín. En síntesis,
no solo pudieron preservar coherencia sino también dignidad. Leuco está bien
en la vereda de enfrente. Para colmo, justo por esas horas, fue asaltado
y, como era de esperar, sugirió en su columna del diario Perfil que
no se trató de un hecho de inseguridad sino de una represalia del Gobierno,
entre otras cosas, por haber integrado del elenco de periodistas que añoran
el fin del kirchnerismo que estuvo en la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH) de la OEA, junto con Magdalena Ruiz Guiñazú y Joaquín Morales Solá.
- El director de Perfil, Jorge
Fontevecchia, le hizo decir al presidente de la Corte Suprema, Ricardo
Lorenzetti, algo que este nunca dijo: que se había reunido y hablado
largamente con el secretario Carlos Zannini por la ley de medios. La
mentira, publicada en el diario Perfil el domingo 3 de noviembre, repercutió
al otro día en las tapas de los principales diarios, entre ellos La
Nación, que le creyó ciegamente a Fontevecchia y tituló: “Admitió
Lorenzetti que mantuvo diálogos con el Gobierno antes del fallo”. Gran
parte de la oposición, que también les creyó a Fontevecchia y a La Nación,
Clarín y otros diarios, se unió en coro a las diatribas de la diputada
Elisa Carrió contra el presidente del tribunal. El “malentendido” de Fontevecchia, como él mismo calificó la mentira en su rectificación, pone en evidencia la
falta de escrúpulos de una prensa cuyos procedimientos rayan en la mala
praxis.
- Horas antes de lo de Leuco, Ruiz Guiñazú salió a despotricar contra el Gobierno por una notificación que le había mandado la AFIP a su domicilio fiscal. La periodista vinculó el trámite impositivo con un apriete gubernamental por sus denuncias en la CIDH, el 1 de noviembre, las que, a todas las luces, resultaron un papelón internacional. Lo de Magdalena ante la OEA fue una catarsis de su indignación por el juicio ético que le había realizado Madres de Plaza de Mayo, acusada de haber sido jefa de prensa del Ministerio de Economía durante la dictadura. Ese juicio “no fue desautorizado” por el Gobierno nacional y fue “ampliamente” difundido por la televisión estatal, a través del programa 6, 7, 8, el que “pagamos todos los ciudadanos con nuestros impuestos”, denunció Ruiz Guiñazú, con lo que dejó demostrado que una desautorización del Gobierno al juicio y censurar a 6, 7, 8 le hubieran alcanzado como redención. Lo de Morales Solá fue más lábil: se quejó de los insultos que recibe en la calle, como si el organismo interamericano pudiera actuar para controlar la opinión. “La lucha política” del Gobierno argentino consiste en “eliminar” al periodismo, dijo, aunque, inmediatamente, planteó: “Ustedes preguntarán si los periodistas podemos escribir y decir lo que pensamos en la Argentina, la respuesta es que sí. La siguiente pregunta es si trabajamos tranquilos, la respuesta es que no”. La amenaza de “eliminación” degradó en segundos en “intranquilidad”.
En síntesis, estos tres hechos son representativos de lo que Seoane llama la
prehistoria del periodismo y la información en la Argentina, período
caracterizado por una prensa que reclama para sí derechos que no le son
exclusivos, desinforma en el afán de preservar privilegios y posiciones de
poder, extorsiona para reafirmar su condición de grupo de presión, manipula y
miente con el objetivo de desgastar gobiernos populares y desprestigiar a las instituciones que ponen bajo amenaza sus intereses, y convierte en referentes éticos a
periodistas que son en rigor secuaces.
Con la ley de medios en plena vigencia y su aplicación en marcha, les espera a los legítimos actores de este proceso empezar a escribir la historia. Y al periodismo, en particular, retomar como bandera el principio elemental de respeto de todos los derechos, incluido el de la información, y no caer en el clamor exagerado, cuando no pueril y veleidoso, de reivindicaciones personales o corporativas. El pleno ejercicio de la libertad de expresión, vale aclararlo, es indispensable para los periodistas y los medios de comunicación, pero no es privativo de ellos.
Con la ley de medios en plena vigencia y su aplicación en marcha, les espera a los legítimos actores de este proceso empezar a escribir la historia. Y al periodismo, en particular, retomar como bandera el principio elemental de respeto de todos los derechos, incluido el de la información, y no caer en el clamor exagerado, cuando no pueril y veleidoso, de reivindicaciones personales o corporativas. El pleno ejercicio de la libertad de expresión, vale aclararlo, es indispensable para los periodistas y los medios de comunicación, pero no es privativo de ellos.
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