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18.10.13

Cabandié



Cabandié, durante la campaña para las PASO. | Télam.

El operativo contra el legislador porteño traspasó todos los límites. Si todo se montó para dejarlo nocaut y sin chances electorales, el objetivo está cumplido. Que el episodio con la agente de tránsito haya sido protagonizado por un nieto recuperado y gendarmes que filman a escondidas le vino bien a la derecha para volver a deslegitimar las políticas de derechos humanos del Gobierno.

Data.Chaco
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Quizá nunca antes un operativo de prensa contra un candidato del oficialismo como el que se montó en estos días contra Juan Cabandié haya traspasado tan flagrantemente los límites de lo tolerable.
Si todo este desproporcionado escándalo fue para dejarlo nocaut y sin chances en las elecciones del domingo 27 al joven legislador porteño ahora candidato a diputado nacional, que había desafiado con bastante éxito a la impoluta Elisa Carrió en el último debate en TN, el objetivo está más que conseguido.
El caso Cabandié no es otra cosa que un golpe artero de la prensa opositora al gobierno de Cristina Fernández que, sin embargo, no pudo ser contrarrestado adecuadamente por el oficialismo ni el propio legislador, a quien le alcanzaron unos pocos minutos de comportarse como un verdadero energúmeno con la ahora famosa agente de tránsito Belén Mosquera para que fuese presentado como un monstruo.
Al momento de escribirse este editorial, la revista Noticias anticipaba las fotos hot de Mosquera en su edición del domingo. “Habla Belén Mosquera, la joven que pasó de labrar actas de tránsito a estar en todos los medios. Con 22 años, pero muchos minutos de televisión, la ex guardia de tránsito cuenta los entretelones del cruce con Juan Cabandié y su encuentro con [el intendente de Lomas de Zamora] Martín Insaurralde”, promociona la página de Perfil.com.
Los principales articulistas de la corporación mediática argentina presentaron el episodio de Cabandié con la agente de tránsito, ocurrido en mayo y filmado a escondidas por un gendarme, como el epítome del kirchnerismo en su supuesta versión decadente.
A la derecha más recalcitrante le vino como anillo al dedo que los protagonistas fueran un nieto recuperado y uno o dos gendarmes, y así elucubrar con todo tipo de hipótesis para, en el fondo, descreditar y deslegitimar las políticas de derechos humanos del Gobierno.
Carlos Pagni, columnista de La Nación, escribió que la discusión entre Cabandié y la agente Mosquera tiene “dimensiones aberrantes”. “Es llamativo que el legislador presente como una virtud la circunstancia de ser hijo de desaparecidos. Ese carácter lo convierte en víctima de la dictadura militar. No en héroe”. E infiere que la palabra “correctivo” que usa Cabandié cuando pide una sanción para la agente no es más que el resultado de una “tristísima sorpresa: por la boca del hijo de desaparecidos sale la voz del apropiador”.
En El ocaso de los necios, también en La Nación, el ex jefe de Gabinete Alberto Fernández dice que la “única militancia que exhibió [Cabandié] fue la de sus padres trágicamente secuestrados y asesinados por el terrorismo de Estado”, como si eso fuera nada.
Pagni y Alberto Fernández coinciden en relativizar la trágica historia de Cabandié, apropiado por Luis Falco, un oficial de la Policía Federal, a partir de dos reacciones a todas luces inadecuadas: el uso de la palabra “correctivo” y haberle dicho a Mosquera que él tuvo que bancarse la dictadura.
Horacio González, director de la Biblioteca Nacional y miembro de Carta Abierta, en un artículo en Página 12, condena la interpretación de Pagni, al sostener que en ella “Cabandié representa los ‘dos demonios en la lengua’, habla como hijo de las torturas en la ESMA y como hijo del apropiador policial. Intenta definir así, por un vocablo, el entero idioma de un gobierno”.
“Una de las principales plumas de la reposición conservadora está diciendo que toda esta época es una engañifa, a través de una palabra incauta en un procedimiento de rutina”, reflexiona González.
Se sabe que La Nación ni su socio Clarín tienen autoridad moral para condenar moralmente a Cabandié, sencillamente porque esos dos diarios apoyaron, fueron cómplices y se beneficiaron de la dictadura militar que mató a los padres del joven militante y se apropió de él robándole su identidad.
Se sabe que Pagni no debería espantarse con la improcedencia de Cabandié, porque él está procesado en una causa por espionaje ilegal, asociación ilícita y encubrimiento agravado en la interceptación de e-mails de funcionarios del Gobierno nacional, de acuerdo con la imputación de la jueza Sandra Arroyo Salgado, de San Isidro, confirmada por la Cámara Federal de Apelaciones de San Martín.
Lo intolerable de todo este vodevil mediático es que se apela a uno de los momentos más trágicos de la historia del país para montar una campaña de desprestigio, con recursos muchos más cuestionables que la intemperancia de un joven ante lo que interpreta es un acoso –como ser filmado sin que lo supiera–, y derivaciones frívolas, como la de la revista Noticias, que termina convirtiendo a Mosquera en la agente hot.

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