El ADN de la política correntina
Colombi, Kirchner y Camau, en diciembre de 2009. | Télam
▪ Corrientes elegirá gobernador el 15 de septiembre y ya se siente la virulencia de una campaña con desenlace imprevisible. El radical conservador Ricardo Colombi, que va por su tercer período, se enfrenta al dizque kirchnerista Camau Espínola. El escenario electoral en una provincia en que poco ha cambiado desde la crisis del 99 y la última intervención federal.
Por Data.Chaco
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En Corrientes se elige este año gobernador y, pese a que faltan tres
meses para votar –será el 15 de septiembre–, la campaña ya se vive con
virulencia entre los dos candidatos con más chances. De un lado, Ricardo
Colombi, el único gobernador radical del país, mercedeño, conservador, aspira a
un tercer período (ya gobernó entre 2001 y 2005). Del otro lado, el
exdeportista Camau Espínola, intendente de la Capital, un recién llegado a la
política de la mano del Partido Justicialista y autodefinido como kirchnerista.
Si bien en los últimos años algunos indicadores sociales y económicos
mejoraron debido a las políticas nacionales, Corrientes sigue siendo una de las
provincias más atrasadas del país. La dirigencia política, sindical y
empresarial local, que, junto con la Iglesia católica, la Justicia y la
Universidad, conforman los pilares de una estructura ultraconservadora que
piensa y actúa como en los albores del virreinato, es la responsable del
marasmo. Pero también los dos procesos de intervención federal que debió
soportar en una década (1992-93 y 1999-2001) dejaron a una sociedad exhausta de
gestiones asociadas al latrocinio.
Según la idiosincrasia correntina, los gobernantes no pueden ser
interpelados por la ciudadanía. El gobernador siempre fue una figura
escasamente carismática, distante del pueblo y muy cercana a los poderes
fácticos, como la Iglesia y el empresariado.
La organización civil es muy débil en la provincia y, en consecuencia, el
establishment político, empresarial y
sindical goza impunemente de las prebendas que le otorga un Estado que retacea
derechos y garantías a los sectores más vulnerables de la sociedad.
Así, gran parte de la ciudadanía correntina no solo ha renunciado a sus
derechos, sino que permite mansamente que se les cercenen. Es una especie de
contrato social inquebrantable pergeñado por el poder político-económico que
gobierna la provincia, sostenido por los sectores medios que han encontrado en
la comodidad del empleo estatal un conformismo exasperante, y justificado en
las homilías de los obispos, quienes machacan ante sus fieles que la asistencia
social es una dádiva que se debe despreciar.
Sin embargo, los popes eclesiásticos, habituales críticos de la política
social del Gobierno nacional, nada dicen de que, por ejemplo, los correntinos
le pagan al vicegobernador las comodidades de una residencia para que viva con
su familia en una zona exclusiva de la capital.
Atado a las apariencias y a la doble moral, el correntino medio prefiere
renunciar a un derecho antes que admitir ser lo que no quiere parecer. Y así la
hipocresía atraviesa sin tapujos todos los estamentos sociales. Hace poco, el
presidente de la Cámara de Diputados dijo que él, como liberal, no cree en el
Estado, pese a que cobra un generoso sueldo del Estado y goza desde hace años
de los privilegios que le asegura el Estado por ser funcionario público. “Soy
liberal y creo en el hombre, no creo en el Estado”, se animó a decir (ver debate del 10.4.13, pág. 26, en http://www.hcdcorrientes.gov.ar/vt-diputados-2013.html).
Aunque en 1999 la crisis estalló y se llevó puesto un gobierno, el del
partido de Tato Romero Feris, condenado e inhabilitado de ejercer cargos
públicos tras su paso por la Intendencia capitalina, el sistema político
correntino no implosionó, con lo que bastó con el reacomodo de algunas piezas
para que todo volviera a ser como antes de la última intervención federal. Y
para muestra basta un… vicegobernador: Pedro Braillard Poccard, que hoy ocupa
ese cargo, era gobernador cuando estalló la crisis del 99 y fue destituido por la Legislatura.
En los doce años que lleva el radicalismo en el gobierno (cuatro de
Ricardo, cuatro de su primo Arturo y cuatro de Ricardo, de nuevo), lo único que
ha cambiado son las alianzas de partidos con las que la UCR se aseguró el poder.
En 2001, Ricardo se alió al PJ; lo mismo hizo su primo Arturo, en 2005. Ambos
llegaron a integrar incluso lo que se llamó el radicalismo K, cuando Néstor
Kirchner armó la transversalidad.
En 2009, el actual gobernador disputó la gobernación contra su primo, esta
vez aliado a partidos como el Liberal y el Panu de Tato Romero Feris. Y ahora va
contra el kirchnerismo asociado con toda el ala conservadora, con excepción de
los partidos de los Romero Feris (PA y Panu), y aliado de nuevo con su primo.
¿El mismo desenlace?
La virulencia de la pelea electoral correntina empezó a escalar tras el
procesamiento del intendente Espínola en una causa por la muerte de ocho
obreros en marzo de 2012, cuando se derrumbó parte de un edificio en
construcción. Camau fue imputado de homicidio culposo agravado y de
incumplimiento de los deberes de funcionario público, junto con dos secretarios
suyos y los empresarios encargados de la obra.
El fallo es considerado como parte de la estrategia electoral de la UCR,
ya que la Justicia provincial está sospechada de rendir cuentas a la
Gobernación, al punto que sobrevuela por estas horas el fantasma de una posible
intervención federal al Poder Judicial, lo que preocupa al oficialismo
correntino porque el gobernador está denunciado por enriquecimiento ilícito, asociación ilícita fiscal e incumplimiento de los deberes de funcionario público, y por evasión.
Esa fue la excusa que usó Colombi para movilizar el aparato partidario el
sábado 8 de junio, en una manifestación contra la posible intervención de la justicia correntina, en un acto que tuvo toda la liturgia que la UCR y la
oposición le endilgan y critican al kirchnerismo.
La definición de las elecciones de 2009 entre los primos Colombi ya se dio
con un cadáver arrojado horas antes del balotaje. Hernán González Moreno, que
estaba al frente de una agencia de noticias desde donde se hacía campaña a
favor de Arturo y se manejaba la publicidad oficial, y denunciante de Ricardo
Colombi, apareció muerto de un disparo en la cabeza.
Si todo sigue así, no sería descabellado imaginar otro final de campaña
luctuoso en Corrientes, ya que, cuando no hay ideas ni propuestas serias, la
demagogia prevalece por sobre las posibilidades reales de progreso y los
contendientes se presentan como baladrones, las cosas pueden salirse fácilmente
de cauce. Está en el ADN de la política correntina.
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