La mala praxis del periodismo
Gran parte de la prensa argentina acumula descrédito.
▪ Algunos medios de comunicación argentinos están a un paso de cruzar el punto de no retorno y seguir el camino de los tabloides ingleses del imperio Murdoch. Echarri, Candela y Pablo García, entre las coberturas más bochornosas. El caso de la prensa correntina y chaqueña, y el modus operandi para desinformar.
Por Data.Chaco
Editores
En un artículo publicado en Página 12, Marcelo J. García y Roberto Samar reinstalan el debate acerca de la
función de los medios de comunicación y qué significa hacer periodismo en
tiempos en que gran parte de la prensa argentina está a un paso de cruzar el punto de no
retorno, como ocurrió con los tabloides ingleses manejados por el magnate
australiano Rupert Murdoch, que transformaron a sus lectores en víctimas de una
mala praxis flagrante.
El tratamiento del caso de Pablo García, al que un periodista de Clarín de apellido Gallo le dedicó el
título “Periodismo para Todos” en el diario Muy,
es un ejemplo de lo que se es capaz de hacer. Gallo, que viene del amarillista Libre, hizo una crónica sobre el
accidente de tránsito con una víctima fatal que involucró al hijo de Eduardo
Aliverti, con “detalles escabrosos nunca comprobados ni chequeados sobre cómo
se había producido el hecho”.
“La sociedad puede consumir con
morbo estas disputas que parecen acotadas a las alturas del poder periodístico,
político y artístico, pero corre el riesgo de dejar crecer a un Frankenstein”,
advierten García y Samar, y recuerdan cuando la revista Caras montó una guardia fotográfica a Luis Alberto Spinetta para “mostrarlo
herido por el cáncer”, o “cuando, ante el secuestro de su padre, Pablo Echarri
clamaba para que los medios de comunicación tendieran ‘un manto de silencio y
piedad’”.
El abanico de bochornos se completa con casos como el de Candela, la nena
secuestrada y asesinada en Hurlingham, hasta la falsa foto de Hugo Chávez,
publicada en la tapa de El País. Así,
más temprano que tarde, dicen García y Samar, “el canibalismo afectará también
a ciudadanos de a pie”, como en Inglaterra, donde los Murdoch tuvieron que
cerrar el centenario News of the World
por el escándalo de las escuchas telefónicas.
Hace unos días, cuando algunos sectores de la ciudad de Santa Fe se
inundaron por una intensa lluvia, una periodista de esa capital, en diálogo con
Víctor Hugo Morales por radio Continental,
llamaba a los medios de comunicación porteños a actuar con responsabilidad y no
publicar en sus ediciones on line
fotos de las inundaciones de 2003 para ilustrar lo acontecido por esas horas.
Los problemas que causó el temporal de ese día estaban muy lejos de
parecerse a la catástrofe de hace diez años, cuando gran parte de la ciudadquedó bajo agua por el desborde del río Salado. Lo único que consiguieron con
poner fotos de aquellos aciagos momentos fue alarmar inútilmente.
La mala praxis en la prensa
correntina y chaqueña, en cambio, está marcada por la dependencia económica de los medios
de comunicación de la pauta publicitaria oficial y por los bajos estándares
profesionales de quienes trabajan en ellos. Los resultados, aunque
desfachatados, son más bien hilarantes.
En los medios de la región –los más renombrados diarios, inclusive– no se
hace otra cosa que publicar los “enlatados” del área de Información Pública o
de los agentes de prensa de funcionarios y dirigentes políticos. Ya no se trata
solo de reproducir las mismas noticias, sino los mismos textos, con lo que el
trabajo periodístico de indagar, chequear y redactar ya no forma parte de la
rutina de las Redacciones.
Con este modus operandi, los medios, manejados en su mayoría por familias
con poder económico, imponen una especie de paraguas informativo que no solo
protege al poder político, judicial, empresarial, sindical, policial y
eclesiástico del escarnio público, sino que también le garantiza impunidad.
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