No, señor presidente
▪ El Indec publicó el miércoles el índice de pobreza. Macri dijo que ése es “el punto de partida” desde el cual acepta “ser evaluado”. Esas declaraciones ofenden a la mínima inteligencia y a un piso de dignidad que ya está comenzando a pulular por las calles.
Luego de tres trimestres de apagón estadístico, el Gobierno nacional permitió que se publicaran los datos de
pobreza e indigencia, claro está, tomados a la medida del poder.
La situación es grave. Mucho más en nuestra
región, el Nordeste, en la que la pobreza alcanza al 40,1% de la población.
Pero, lo llamativo e indignante es cómo la
medianía moral y política del presidente Mauricio Macri presentó a la sociedad
esas estadísticas. “Éste es el punto de partida en el cual acepto ser evaluado
como Presidente y como gobierno”, dijo sin que casi se le moviera un pelo. Y es
dable destacar que dijo “acepto ser evaluado” como si él tuviera el poder de
establecer cómo evaluará su gestión el inconsciente colectivo, mucho más
inconsciente en éstos, tiempos de reinado de la palabra única en los medios
masivos de comunicación porteños que, por obra y gracia del “federalismo” (así,
entre comillas) que caracteriza a nuestra sociedad, impera en Argentina.
A esto, habría que enrostrar al presidente
un rotundo no.
No, señor presidente. Usted, no tiene el poder de exigirnos
cómo evaluarlo. No. No, señor presidente. Usted fue puesto en ese cargo por
voluntad popular y es la voluntad popular, más allá de sus personales deseos,
la que lo evaluará o, mejor dicho, ya lo está evaluando.
No, señor presidente. Usted y su gobierno
son los responsables de la devaluación, los tarifazos, los despidos masivos y
avance inusitado de la pérdida del poder adquisitivo de los argentinos. Hágase
cargo si quiere. Pero, lo que no puede “querer”, porque no tiene el poder para
concretarlo, es decirnos a los argentinos cómo y cuándo lo evaluaremos.
Sus declaraciones, señor presidente,
ofenden a la mínima inteligencia y a un piso de dignidad que ya está comenzando
a pulular por las calles de nuestro país. Y eso ya está sucediendo, señor
presidente. Aunque usted y sus protectores mediáticos sigan empecinados en
negarlo. Los pueblos podemos equivocarnos, señor presidente. Pero, no comemos
vidrio ni somos coprófagos por naturaleza. Puede usted querer lo que le venga
en gana. Pero, no nos tome por idiotas, señor presidente.
Usted y su gobierno han puesto al pueblo
sobre el cadalso. Han montado como grosero espectáculo una guillotina que
accionaron sin piedad y con una prisa sólo equiparable a los que obran por
miedo o por arrogancia o por ambos.
Después de haber guillotinado al campo
popular argentino, no nos venga con la idea de que debemos evaluarlo sólo
después de que nuestras cabezas ruedan por el fango. Hágase cargo, señor
presidente.
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