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El Pelafustán

10.4.15

La guerra de siete años








La tapa de Clarín del 2 de abril de 2008.

El 1 de abril de 2008 se realizó un acto en la Plaza de Mayo, en el marco de la rebelión patronal ruralista, que marcó la ruptura entre los Kirchner y Clarín. El diario, que con Néstor mantuvo una línea editorial oficialista, viró a una férrea oposición con Cristina. La televisación del fútbol y la ley de medios profundizaron una guerra que marcó la última década. 

Diario Sobre Diarios | INFORME 

El pasado miércoles 1 de abril, en las puertas de un fin de semana extra size y santo por la celebración de la Pascua y el nuevo aniversario por la guerra de Malvinas, se celebró un aniversario olvidado por la mayoría: el de la guerra formal entre el gran diario argentino y el gobierno de los Kirchner.
El indicador de partida fue el acto realizado el 1 de abril de 2008 por el oficialismo en la Plaza de Mayo. ¿Cuál era el marco? La pulseada de la Casa Rosada con las cuatro entidades rurales reunidas en la Mesa de Enlace. Por primera vez, desde la cúpula del kirchnerismo se criticó –aunque en términos indirectos– al CEO del multimedios, Héctor Magnetto. Fue la presidenta Cristina Fernández –y no su esposo– quien abrió el período de tensiones, tras haber padecido en marzo de 2008 varias tapas adversas a su gestión. Al otro día el gran diario argentino se sorprendió.
La disputa alcanzó uno de los puntos más álgidos (*) el 9 de marzo de 2009, cuando Néstor Kirchner, entonces titular del PJ, formuló una frase “histórica”. El patagónico se mostró molesto por el análisis del matutino Clarín tras la “dura derrota” del oficialismo en las elecciones de Catamarca: “¿Qué te pasa, Clarín? ¿Por qué estás tan nervioso? Sé abierto, no desinformes”.
La guerra entre el Gobierno nacional y Clarín persiste y atraviesa a todas las instituciones. También divide a las empresas periodísticas: casi todas se han encolumnado en favor o en contra, con uno o con otro. Aún hoy no se sabe con certeza cuándo y por qué se rompió la relación de buena vecindad que Magnetto y Néstor Kirchner habían sostenido entre 2003 y 2007. ¿Cómo fue ese vínculo inicial?
Desde la llegada de Kirchner a la Casa Rosada, en mayo de 2003, hasta el estallido del conflicto agropecuario, en marzo de 2008, el Ejecutivo nacional y el Grupo Clarín transitaron de la mano por el camino de la complacencia y de los beneficios mutuos. Poco queda en estos días, marcados por una feroz disputa, de esa fructífera convivencia.

Kirchner, el clarinista

El multimedios celebró, a lo largo del primer kirchnerismo, varias iniciativas y omisiones del gobierno. A cambio, recibió un trato mediático muy favorable.
Clarín celebró en julio de 2003 (cuando Kirchner recién se acomodaba en la Casa Rosada) la publicación en el Boletín Oficial de la Ley 25750, de “Preservación de Bienes y Patrimonios Culturales”. Esta norma –conocida como “ley Clarín”– bloqueó la posibilidad de que empresas extranjeras adquirieran porciones del holding, asfixiado por millonarias y acuciantes deudas.
Dos años después, el Ejecutivo firmó el decreto 527/05, que estableció la extensión por 10 años de todas las licencias de radiodifusión. Según una versión difundida por fuentes oficiales y por expertos en el área, la norma fue reclamada entonces por Daniel Hadad para poder vender sus acciones en Canal 9, pero terminó beneficiando a todos los licenciatarios.
 Tres días antes del traspaso de la banda presidencial a su esposa Cristina Fernández, Kirchner avaló, a través de la resolución 257 del Ministerio de Economía, la fusión entre Cablevision y Multicanal. Así, el holding consolidó su posición dominante gracias al kirchnerismo.
En una nota publicada en julio de 2006 en Página/12, el periodista Horacio Verbitsky advirtió: “Kirchner puede ironizar todo lo que quiera acerca de la concentración de la propiedad de los medios, pero nada ha hecho para restringirla, sino todo lo contrario”.
Además de estas concesiones, la gestión del santacruceño se desentendió de tres cuestiones que luego fueron caballitos de batalla de Cristina Fernández: la ley de radiodifusión redactada durante la última dictadura, la propiedad de Papel Prensa y la causa por la identidad de los hijos adoptivos de la principal accionista de Clarín, Ernestina Herrera de Noble.
Desde el inicio del divorcio hasta la actualidad, el oficialismo y Clarín han borrado de sus registros el rol del patagónico en favor del holding conducido por Magnetto.

Magnetto, el kirchnerista

Clarín no es ahora el que era. Pasó de una posición editorial oficialista, durante la gestión del santacruceño, a una postura férreamente opositora bajo el gobierno de Cristina Fernández. En los últimos años, varios editores y columnistas del matutino cambiaron abruptamente de opinión acerca del kirchnerismo. Muchos periodistas, en desacuerdo con el nuevo rumbo de Clarín, se han ido tras largas trayectorias en esa redacción.
Según un relevamiento propio sobre todas las portadas editadas por Clarín entre el 15 de mayo de 2003 (cuando Carlos Menem renunció al ballottage) y el 16 de diciembre de 2005 (día posterior al anuncio de Kirchner de la cancelación de la deuda con el FMI), el matutino le concedió un tratamiento muy favorable al entonces presidente. Publicó 325 títulos principales de signo positivo para la gestión kirchnerista, contra sólo 79 de signo negativo. Las iniciativas y los discursos públicos de Kirchner y de Roberto Lavagna y las primicias en off de Alberto Fernández fueron muy bien recibidas en Clarín, diario que bloqueó entonces las voces opositoras.
Si se comparan la actitud de Clarín durante los primeros dos años y medio de gestión de Cristina Fernández y la antigua postura del matutino frente al gobierno de Kirchner, las diferencias son abismales. Según un seguimiento realizado por Diario sobre Diarios, Clarín editó desde la asunción de la Presidenta hasta el 30 de junio de 2010 un total de 172 títulos principales positivos para su gestión y 351 negativos.

Cambio de rumbo

Golpeado primero por el conflicto rural y luego por los resultados de los comicios legislativos de 2009, el Ejecutivo puso en marcha un profundo cambio en su política de comunicación. El gobierno de Cristina Fernández apuntaló la ruptura del contrato de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) con Televisión Satelital Codificada (TSC) –del Grupo Clarín y de Torneos y Competencias–, lanzó el Fútbol para Todos; logró sancionar la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual; adoptó la norma japonesa de Televisión Digital Terrestre (Clarín había presionado en favor de la tecnología norteamericana); bloqueó la participación del multimedios en el proceso de venta parcial de Telecom Argentina; intentó tomar el control de Papel Prensa y puso en jaque la fusión entre Cablevisión y Multicanal.
Una guerra total, con final abierto.

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