Cinismo empresario
El stand-up de Sabsay. | Daniel Paz-Rudy, Página 12
▪ El Coloquio de IDEA volvió a mostrar las verdaderas intenciones del arco opositor político-partidario-mediático-empresarial. El constitucionalista Sabsay pronunció un discurso de barricada en que puso en duda el título de abogada de la presidenta. La diatriba del “respetable” jurisconsulto coronó un rosario de quejas que simulan la alegría de poder seguir juntándola con pala.
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Daniel
Sabsay no es solo uno de los constitucionalistas mimados de la oposición
político-partidaria y mediática anti-K, sino que es un ferviente opositor
militante. Invitado a participar del 50º Coloquio del Instituto para el
Desarrollo Empresarial de la Argentina (IDEA), que se realiza en Mar del Plata,
Sabsay perdió el viernes el recato ante el auditorio del panel “El valor de los
derechos”, en la última jornada del foro, y le pidió a la presidenta CristinaFernández de Kirchner que “muestre el título” de abogada. “Ya no tengo ninguna
duda de que no sabe nada de derecho”, dijo al criticar la reforma del Código
Procesal Penal que impulsa el Gobierno.
La
bravuconada de Sabsay, aplaudida de pie por el auditorio –como en el final de
una obra de teatro, según cuenta La Nación–, es propia del estilo opositor
partidario-mediático argentino, que, vacuo e impotente, sale todos los días a
patotearle a la presidenta como única forma de asegurarse el único rédito a su
alcance: un título central en los principales diarios opositores al Gobierno.
Fue
tal el exabrupto del constitucionalista que hasta La Nación reseñó ayer los “desencuentros” en la cúpula de IDEA por las críticas al Gobierno como las
Miguel Blanco, presidente de la entidad, y que “algunos empresarios no
quisieron quedar pegados a la diatriba de Sabsay”. Nótese el uso de diatriba, que es ‘discurso o escrito
acre y violento contra alguien o algo’, según define el Diccionario de la
lengua española.
Marcelo
Figueiras (@mfigueiras), presidente de Laboratorios Richmon, escribió en
Twitter: “Algunos empresarios no saben cuidar sus instituciones, permitiendo discursos de
barricada donde debería haber un espacio de reflexión”. Y agregó: “#sabsay
habla de instituciones y no respeta siquiera a la que lo convocó para hacer un
aporte positivo al futuro”.
El
primer “desencuentro” en el corazón del empresariado se dio entre Blanco e
Isela Costantini, la presidenta del Coloquio y ejecutiva de General Motors. Blanco
había dicho en la apertura del Coloquio, el miércoles, que en la Argentina no
están dadas las condiciones para invertir y se está “ante un intento de
modificación del modelo de país establecido por la Constitución de 1853”. Esa
modificación “no se quiere hacer mediante la reforma de la Constitución, sino
que se procura llevarlo adelante en ambas Cámaras mediante la imposición de
leyes, sin posibilidad de debate e ignorando el derecho de las minorías a dar
su opinión [sic]”.
La
ejecutiva remarcó que el discurso de Blanco “no es el espíritu de lo que se
viene tratando de hacer y para nada es el sentido” del coloquio anual. Y, en
contraste con el oscuro panorama ofrecido por Blanco, destacó que “una
industria automotriz de 700 000 u 800 000 unidades sigue siendo muy positiva si
se la compara a nivel global”, y rechazó la idea de que haya un parate o una
caída en la producción del sector.
“Estamos
hablando de 4 años consecutivos de incremento, que, la verdad, es un ‘absurdo’
el crecimiento de 2012 a 2013: llegar a un millón de autos a una velocidad tan
rápida no es normal; una industria normal no llegaría a 1 millón”, puntualizó
el viernes la empresaria de General Motors, en declaraciones a FM Vorterix.
Está
claro que el descontento empresario es solo una máscara para ocultar la alegría
que les provoca juntarla con pala. Las quejas por la supuesta pérdida de
rentabilidad, los controles cambiarios, la regulación sobre el sector privado y
la falta de seguridad jurídica para atraer inversiones son parte del rosario de
todos los años en el foro empresario. No obstante, al ser consultados lejos de
los paneles desde los que arengan el descontento, los empresarios reconocen que nunca ganaron tanto dinero como en los últimos años. Las cifras de la industria
automotriz –pese a las menores exportaciones a Brasil y la baja del consumo
interno–, el sector bancario, los servicios, las petroleras y mineras
evidencian crecimientos récords de sus resultados operativos, contó ayer Cristian Carrillo en Página 12.
Blanco
y Sabsay incurren también en una flagrante contradicción discursiva, aunque con
“coherencia” ideológica. El presidente de IDEA habla de “imposición en ambas
Cámaras”, ignorando un principio fundamental del sistema representativo: las
mayorías. Del mismo modo, Sabsay le reclama al Gobierno lo que él no es capaz
ejercitar: el respeto por las instituciones. Lo prueban dos frases más del
constitucionalista militante anti-K:
–“¡Esto
no es un una democracia, es un sistema autoritario!”. Lo dijo ante un
auditorio, en público, sus palabras fueron reflejadas ampliamente por la
prensa… ¿Sabsay fue detenido tras su diatriba?
–“Basta
de un matrimonio presidencial. Ahora nos quieren poner al hijo presidencial
[por Máximo Kirchner] y no lo ponemos
permitir”. ¿Dónde está lo inconstitucional de la elección legítima y legal de
los Kirchner como presidentes y de las aspiraciones de un ciudadano, como
Máximo Kirchner, de hacer política? ¿No es acaso Sabsay autoritario con ese
deseo de “no lo podemos permitir”? ¿Quiénes no deberían permitirlo?
Otro
dato curioso del foro fue la difusión de una encuesta realizada entre los más
de 160 empresarios que asistieron al Coloquio. En el marco de un panel
interactivo sobre “valores y democracia”, los participantes fueron invitados a
contestar sobre un hipotético pago de coima.
“Si
un acto de corrupción está destinado a obtener una aprobación (por ejemplo, una
habilitación municipal) maliciosamente retenida, ¿es censurable la actitud del
empresario?”, se preguntó.
Los
resultados dejaron desconcertados a muchos de los presentes, pero no tanto a
quienes escrutan la realidad cotidianamente. El 47% se dividió entre aquellos que contemplan la coima como una acción a realizar “sólo en casos extremos” (28%) y aquellos empresarios para los que la acción ilegal nunca sería un acto condenable (19%). Solo para el 53% del empresariado asistente “siempre” sería
condenable realizar esa práctica.
Cuando
se sondeó sobre los culpables de un pago de soborno –“Si se comete un acto de
corrupción para una prebenda, ¿sobre quién debería caer la responsabilidad: el
funcionario, el empresario o ambos?”–, el 78 por ciento del auditorio contestó “ambos”;
el 17 por ciento, “el funcionario”, y el 4 por ciento, “la empresa”.
Se
sabe que los llamados hombres de negocios son parte connivente de la corrupción
pública, aun cuando ellos mismos la condenen y reaccionen con un ¡vade retro!, como el caso de los medios
de comunicación.
Son
realmente muy pocos los empresarios que cumplen con esa regla de que “todo lo
que tengo lo hice trabajando”. Para la gran mayoría, aquella frase debe
completarse con “…lo hice coimeando, explotando trabajadores, evadiendo
impuestos”.
En
el summum del cinismo, esos mismos
empresarios son los que, con impudencia, les reclaman a los Gobiernos “reglas claras”
(que son en verdad garantías de ganancias exorbitantes), “seguridad jurídica”
(que es garantía de impunidad) y “respeto por las instituciones” (que es
dejarlas bajo control del establishment).
Esas
son las bases que les aseguran los cuatro presidenciables que cerraron el
Coloquio. “Los aplausos del auditorio, nutrido como pocas veces para la jornada
final, reconocieron las coincidencias: la que se dio en el escenario con cuatro presidenciables juntos y dispuestos a una suerte de debate, y la de propuestas
que reclaman la búsqueda de consensos, medidas económicas que posibiliten
inversiones y con ello más empleo, fortalecimiento del federalismo y aval pleno
a mejoras en educación y pleno respeto de las leyes”, describe La Nación.
Así,
no es que falten ideas, como criticó el Gobierno haciendo un juego de palabras
con el nombre de la entidad que organiza el coloquio anual en Mar del Plata. Es
la misma idea con la que destruyeron el país hace décadas, patinada con
palabras biensonantes: consenso, respeto por las leyes...
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