Periodismo, conflicto y militancia
La tapa de Clarín del 27 de junio de 2002.
▪ Un libro recientemente editado analiza el rol de la prensa argentina en ocho hechos históricos. El último es la masacre del Puente Pueyrredón, donde fueron asesinados Kosteki y Santillán. El recuerdo de la portada de Clarín adjudicándole "las muertes" a la crisis, el lenguaje militante doctrinario de La Nación y la manipulación informativa de los llamados medios "independientes".
Data.Chaco
Editores
¿Cuál fue el rol de la prensa gráfica argentina respecto de los conflictos sociales más importantes de los últimos 200 años? La respuesta puede encontrarse en el libro Prensa en conflicto. De la guerra del Paraguay a la masacre del puente Pueyrredón, editado este año por el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.
Hace dos sábados, la coordinadora del libro, Luciana Mignoli, dialogó con
el programa Yo te avisé, que se emite
por radio Libertad (sábado, de 10 a
12), y las reflexiones y comentarios que se hicieron durante la entrevista actuaron
de leitmotiv para volver a pensar
sobre el rol del periodismo.
Es fácil recordar cómo trató el diario de mayor venta del país, Clarín, la masacre del puente Pueyrredón,
donde fueron asesinados Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, el 26 de junio
de 2002. El día después del hecho, Clarín
publicó en tapa No se sabe aún quiénes
dispararon contra los piqueteros, como volanta, y La crisis causó dos nuevas muertes, como título central.
Responsabilizar a la “crisis”
del asesinato de los dos jóvenes militantes sociales es una muestra cabal de
manipulación informativa que debe ser tomada como ejemplo en las facultades de
Periodismo. Clarín y otros medios esperaron
48 horas para publicar todas las
fotografías en las que había evidencias
de quiénes habían sido los autores de “las muertes”.
La sangre que corrió en la estación de Avellaneda, donde fueron fusilados
Kosteki y Santillán, comprometían no solo al jefe del operativo, el comisario
Alfredo Franchiotti, sino también al poder político nacional y bonaerense, que
había adjudicado “las muertes” a un enfrentamiento entre grupos piqueteros.
Con la masacre a cuestas, el entonces presidente interino Eduardo Duhalde
decidió irse antes del Gobierno y llamó a elecciones. Ya había prestado sus
servicios al Grupo Clarín licuándole, devaluación mediante, su deuda en
dólares. Franciotti y el cabo Alejandro Acosta fueron condenados a cadena
perpetua en 2005 y otros agentes y exagentes, a penas menores por encubrimiento.
Sin embargo, los responsables políticos ni siquiera fueron investigados.
Si tomamos otro hecho analizado en Prensa
en conflicto (son 8 en total), el bombardeo a la Plaza de Mayo, el ataque aéreo
e intento de magnicidio perpetrado en junio de 1955, La Nación dejó bien claro en un editorial, hace poco, qué es lo que
piensa sobre los acontecimientos que derivaron en el derrocamiento de Juan
Domingo Perón.
“Perón no cayó por obra de las armas que alzó la Revolución Libertadora
en 1955. Cayó, básicamente, porque su régimen se había agotado y abundaban los
escándalos y las burdas muestras de autoritarismo”, dice el editorial La tinta no destituye, del 2 de septiembre último, redactado en respuesta a la metáfora
repetida por la Presidenta sobre las balas de tinta que derrocan gobiernos.
En verdad, lo de La Nación no
debería sorprender tanto. Después de todo, el diario fue fundado a principios
de 1870 por Bartolomé Mitre como “tribuna de doctrina” y se sabe también que Clarín salió a la calle por primera vez el
28 de agosto de 1945 para ser, como dice Martín Sivak en su libro sobre la
historia del diario, la catapulta de Roberto Noble a la Presidencia y, que tras
comprobar los límites de su poder, creó una doctrina: “Ya que no puedo ser
presidente, puedo hacer presidentes”.
En consecuencia, la insistencia sobre el supuesto sacrosanto “periodismo
independiente” que practican los dos principales diarios de la Argentina es,
además de ser un eslogan para la gilada, la negación de sus principios
fundacionales y los de la gran mayoría de los diarios y periódicos del país,
desde la aparición misma de La Gazeta,
el órgano de difusión de los ideales de la Revolución de Mayo de 1810, que
dirigió Mariano Moreno.
A eso se agregó en los últimos años el concepto de “periodismo militante”,
una práctica contranatura para los “independientes”, que tachan de alcahuetería
panfletaria todo aquello que no se adhiera a sus formas y modos. Sin embargo, la muestra más cabal de militancia es lo que hacen Clarín y La Nación y el resto de los medios afines a ellos. De no ser así,
¿cómo se entiende entonces que La Nación
haya definido el proceso de reestatización de la petrolera YPF como “confiscación
a Repsol”? ¿O que llame holdouts a
los fondos buitre?
El lenguaje en los medios, se sabe, no es neutral. Las palabras están
cargadas de significados y de sentidos. La prensa se vale de ello para
presentar los hechos de acuerdo con su visión particular de las cosas.
Descalificar a Irán por ser un “estado teocrático” y no al Vaticano, que también
lo es, es un ejemplo.
No es una infamia que la prensa tenga ideología y la defienda. De hecho,
los grandes diarios europeos, hasta no hace mucho, marcaban sus diferencias
mostrándose más afines a los partidos y gobiernos conservadores o socialistas.
Hoy, con la irrupción del capital privado en el manejo editorial, eso cambió
bastante. En España, por ejemplo, ya no hay tantas diferencias entre El País y El Mundo, antes considerados el primero de izquierdas y el segundo
de derechas.
Lo infame es negar una ideología, contradecirla o solaparla, a fin de
aniquilar un gobierno. Como dice Eduardo Aliverti en una columna en Página 12, “uno no imaginaba, por
ejemplo, que llegaría a ver en los diarios de derechas amplios títulos y
fotografías de portada (…) dedicados a
la vergonzosa represión ejercida sobre manifestantes que protestaban por el
acuerdo” de YPF con Chevron sobre Vaca Muerta, y leerse en sus páginas que “debe
alarmar la pérdida de soberanía energética”.
Lo infame es que, en nombre del “periodismo independiente”, en un
programa televisivo se denuncien solamente supuestos hechos de corrupción del
gobierno con el que está enfrentado el grupo empresario dueño del canal. ¿O
acaso alguien cree seriamente que las investigaciones de Periodismo para todos responden al afán de combatir la corrupción
en el poder?
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