Qué pasa en Ledesma
El 27 de julio de 1976, los camiones del Ejército, de la Gendarmería y del Ingenio Ledesma salieron a cazar obreros y militantes amparados en la noche. Tomaron la precaución de cortar el suministro eléctrico. En la madrugada de este 28 de julio, como si se tratara de hacer memoria deliberada a favor del terrorismo de Estado, tropas policiales de choque cargaron sobre centenares de pobladores que estaban asentados en tierras de los Blaquier.
Por Eduardo Anguita, Miradas al Sur. Las coincidencias son estremecedoras. Treinta y cinco años atrás, los camiones del Ejército, de la Gendarmería y del Ingenio Ledesma salieron a cazar obreros y militantes amparados en la noche. Tomaron la precaución de cortar el suministro eléctrico. Fue un 27 de julio de 1976. Cuatrocientas personas fueron a parar a un campo de concentración improvisado en terrenos del Ledesma. En la madrugada de este 28 de julio, como si se tratara de hacer memoria deliberada a favor del terrorismo de Estado, tropas policiales de choque, tanto de infantería como de caballería, cargaron sobre centenares de pobladores que estaban asentados en tierras del Ledesma. El interlocutor entre las autoridades provinciales, los asentados y la empresa, esta vez, era Jorge Ale, el intendente de Libertador General San Martín, el pueblo enclavado en el latifundio de Pedro Blaquier, el dueño de Ledesma. La carga policial truncó ese diálogo. La represión sólo se amparaba de modo patético en la orden de desalojo firmada por un juez seis días antes. El juez Jorge Samman, refugiado en la inviolable feria judicial, salió de escena al día siguiente y la dejó subir a tablas a la jueza subrogante Carolina Pérez Rojas. Apenas un papel con la endeble firma de un juez tránsfuga es todo el andamiaje legal para tratar de esconder esta celebración de la macabra Noche del Apagón, que dejó medio centenar de desaparecidos. En aquella oportunidad, la figura fuerte era Luis Aredez, médico cordobés, instalado en Libertador General San Martín y electo intendente el 11 de marzo de 1973. Aredez tuvo la ocurrencia de enfrentar a Goliat para disminuir la mortalidad infantil: decidió crear una tasa municipal que debía pagar la única empresa del lugar, Ledesma. El plan funcionó bien, hasta que Aredez fue echado por la dictadura cívico militar. El médico y ex intendente fue una de las víctimas de la Noche del Apagón, lo mandaron preso a la cárcel de La Plata y cuando salió volvió al pueblo, a su casa, con su mujer y sus hijos. Pero luego lo secuestraron y Olga, su mujer, marchó por la plaza del pueblo en solitario miles de jueves. El terror en Libertador General San Martín siempre fue inmenso. Pasados 35 años, Ledesma tiene 160 mil hectáreas alrededor del pueblo y modernísimas plantas de elaboración de azúcar, papel y biocombustible. La impunidad sobre los crímenes en Ledesma es de una oscuridad tan dura como el corte de electricidad de aquel feroz 27 de julio. Un reciente informe de la Procuración General de la Nación dice: “El 15 de mayo de 2009 se solicitó la detención e indagatorias de 43 imputados en el marco de la causa 195/09, acusados por el secuestro de personas conducidas al centro clandestino de detención Guerrero. Muchas de las víctimas se desempeñaban como empleados de la Empresa Ledesma SA y otras estaban domiciliadas o eran oriundas de la localidad de Calilegua o de algún otro punto del departamento Ledesma. La acumulación de las causas se efectivizó el 14 de julio de 2009. Sin embargo, la falta de medidas durante más de un año por parte del juez federal subrogante Jorge Olivera Pastor respecto de este pedido condujo a que, el 11 de mayo de 2010, la fiscalía presentara un pronto despacho, que fue rechazado por el juez. De los 43 imputados requeridos, 16 están fallecidos. Respecto de los 27 restantes, sólo se indagó y procesó a dos (Rafael Braga y Luciano Menéndez). La indagatoria de Braga se llevó a cabo el 19/8/2009 y el procesamiento recién un año después (8/11/2010). Actualmente, se encuentra en Cámara para resolver los recursos presentados por las partes desde noviembre de 2010. Menéndez fue indagado el 4 de marzo de 2011 y procesado el 15 de marzo de 2011”. Uno de los policías jujeños más activos en el campo de concentración que funcionaba en Ledesma era Hugo Ruiz, denunciado por la agrupación Hijos de Jujuy como jefe del Instituto Superior de Seguridad Pública, donde se entrenan tanto los cadetes de la policía jujeña como los penitenciarios. En vez de estar preso, Ruiz se dedicó por años a enseñar lo que aprendió en dictadura.
Carlos Pedro Blaquier. El dueño de Ledesma es un hombre muy ilustrado, con títulos de filósofo y abogado, con una colección privada de arte que está entre las mayores del país. Publicó un libro con el presuntuoso nombre de Manual de Historia Argentina, que empieza con la llegada de los españoles a estas tierras que, por entonces, no eran la Argentina. Confeso admirador de Julio Roca, dice en un pasaje: “Los indios sometidos por Roca no solamente fueron usurpadores, sino también genocidas, a pesar de lo cual el tratamiento que se dio a los que se sometieron voluntariamente fue muy generoso”.
Es uno de los varios multimillonarios influyentes de la Argentina que recibe a todos los embajadores y promotores de la alta cultura en su mansión de la silenciosa calle Sucre, en San Isidro. También gusta que todos los veranos los fotógrafos puedan retratar a los siete yates que lleva a Punta del Este. Cinco son de sus hijos y los otros dos de su actual mujer y de él.
La estrella de Blaquier comenzó en 1966, cuando estaba casado con Nelly Arrieta. Apenas consumado el golpe de junio de 1966, el dictador Juan Carlos Onganía y su ministro de Economía, Jorge Salimei, dispusieron el brutal cierre de plantas azucareras en Tucumán, dejando en la calle a decenas de miles de trabajadores. Claro, la Fotia era un sindicato duro y en los planes de Onganía no estaba subsidiar a la oligarquía tucumana para que ésta consintiera a los obreros combativos en sus demandas. Fue el turno del Ledesma, propiedad de la familia Arrieta y cuyo gerente general por entonces era Blaquier. Hace unos años, en una entrevista que le dio a La Nación, dijo: “Me acuerdo de un día, hace años, que un funcionario de Ledesma me vino a contar que se había separado. Le agradecí la confianza por esta confidencia y le pregunté por qué se había distanciado de su mujer. ‘Bueno, lo hablé con mi psicoanalista y él me aconsejó que me separara’. A ese funcionario lo despedí. Porque si una persona necesita que su psicoanalista le diga lo que tiene que hacer no puede manejar una empresa”.
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